13 - 'Las alianzas'

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13 - LAS ALIANZAS

Malditos vampiros.

Malditas orgías.

Malditas maldiciones.

Me hago una bolita bajo las mantas y mascullo un insulto cuando escucho que abren la puerta. Lo peor es que ni siquiera me asomo a mirar quién es. Me da igual. Solo quiero desaparecer.

—A ver —dice Albert, acercándose—. ¿Me puedes explicar qué ha pasado ahora?

—Nada. Muérete.

—Técnicamente, ya estoy más muerto que vivo.

Resoplo y me asomo por encima de la manta. Está sentado al borde de la cama con las piernitas colgando y los brazos cruzados.

—¿Qué te han hecho esos dos? —pregunta.

—Nada. Ha sido tu novia.

—¿Mi nov...?

—No te hagas el loco. Ya sé todos los chismes de tu infancia alocada con Vienna.

Albert no parece muy sorprendido. Se limita a sonreír un poco y asentir una vez con la cabeza, como si estuviera orgulloso de mi espíritu investigador.

—¿Qué te ha hecho Vienna, entonces?

—Me ha contado lo de la otra maldición. La de la atracción.

—Ah, eso —suspira—. Sí, hay hechiceros con la mente muy retorcida.

—¿Me puedes explicar por qué todas las jodidas maldiciones caen sobre mí si es Ramson quien hace cosas malas? ¡¿Qué culpa tengo yo?!

—Ninguna, pero eres un objetivo bastante fácil para atacarlo a él.

—Pues qué puñetera alegría.

—Si te consuela, casi todos los humanos que se relacionan con vampiros terminan en circunstancias similares —me asegura en voz baja—. Lo he visto tantas veces en todos estos años...

—¿Todos se olvidan de sus matrimonios?

—No. Algunos tienen destinos mucho peores.

Hay un momento de silencio. Me incorporo un poco y lo miro. Albert parece pensativo. Es curioso que tenga el cuerpo de un niño pero sus ojos parezcan tan sombríos, con esa clase de sentimiento que solo podría tener alguien que ha visto demasiadas cosas malas en la vida.

—¿Cómo por ejemplo? —pregunto.

—Bueno, el último fue hace... ¿cuarenta? ¿Cincuenta años? No lo sé. El siglo pasado, eso seguro. Un humano y una vampira convertida que se... enamoraron, supongo. Se marcharon juntos de la ciudad para vivir como humanos. La cosa funcionó por uno o dos años.

—¿Y qué pasó luego?

—La sangre del humano dejó de ser suficiente —Albert me miró—. Por lo que me contaron mis informantes, robaron sangre donada en los hospitales, pero tampoco era suficiente. La vampira empezó a delirar por el hambre y, al cabo de unos pocos meses... Ramson y yo tuvimos que encargarnos de ella antes de que hiciera daño a alguien. Pero ya había acabado con el humano.

Encargarse de ella. Desgraciadamente, me hago una idea al instante de lo que significa.

—Pensé que de esas cosas os encargabais Foster y tú —murmuré.

—Foster no sería capaz de matar a alguien a sangre fría.

—¿Ramson sí?

Albert me dirige una breve mirada sombría, por lo que prefiero seguir con el tema antes de hacerme una idea de lo que está insinuando.

La reina de las espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora