7 - 'Los papelitos voladores'

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7 - LOS PAPELITOS VOLADORES

—Hoy tampoco iré fuera, Addy. Lo siento.

Ella pone una pequeña mueca, pero se da la vuelta hacia Kent, que la espera al final de las escaleras.

—Tú si quieres ir a jugar conmigo, ¿no?

—Claro que sí, enana. Vamos.

Addy parece más animada cuando se despide de mí y ambos salen de la casa. A mí no me apetece ir con ellos. Un resbalón —especialmente hoy, que vuelve a lloviznar— y podría terminar de joderme la muñeca. Lo último que necesito.

No, en su lugar, me quedo mirando las escaleras con aire cansado y, justo cuando me doy la vuelta para volver a mi habitación, me encuentro de frente con Foster. Parpadeo, sorprendida, cuando me dedica una sonrisa casual.

—Ah, hola, Vee —el hecho de que finja estar tan sorprendido de verme, teniendo en cuenta que vivo con él, me dice que está tenso.

O nervioso.

O ambas.

Mhm... algo oculta.

—Foster —lo saludo con educación—. Addy está fuera con Kent.

—Lo sé. Por eso he venido. ¿Me acompañas un momento a mi despacho?

Oh, oh. Bronca del jefe.

Lo sigo sin protestar y cierro la puerta a mi espalda. Como el día en que me entrevistó, me siento en la silla que tiene junto a su sofisticado escritorio y él se queda al otro lado, cruzándose de brazos. Hoy lleva una camisa, otra vez remangada hasta los codos. Tiene los brazos fuertes. Se le marcan ligeramente las venas.

Una chica de mi instituto solía decir que eso la volvía loca. las venas marcadas en los brazos. La gente bromeaba diciendo que era una vampira encubierta.

Visto ahora, es incluso gracioso.

La verdad es que Foster es muy atractivo. No sé si es porque es un vampiro o porque simplemente lo es, pero... es obvio. Todavía recuerdo cómo me cautivó el primer día. Pero tiene ese tipo de belleza que parece demasiado perfecta. Demasiado de revista. Desde su nariz recta, a sus labios gruesos y a su cara delgada. Sí... demasiado perfecto, diría mi madre.

No puedo evitar acordarme de Trev, mi novio. Él es lo contrario a Foster. Desgarbado, informal y relajado. Alguien podría lanzar una bomba a su lado y él solo se giraría para preguntar si tiene pensado hacer ruido durante mucho más tiempo, porque es su hora de la siesta.

Y, muy en contra de mi voluntad, también me viene la imagen de Ramson. Intento alejarla, pero es imposible. Y me doy cuenta de que él es muchísimo más atractivo que esos dos combinados. Y no porque sea más guapo o más feo. Es diferente. Es... magnético. Como si no pudieras apartar los ojos de él.

Cuando me viene su cara a la mente, no me lo imagino con una sonrisa desgarbada —como Trev—, ni con una expresión serena —como Foster—. No. Me lo imagino mirándome sin ningún tipo de expresión, con los labios ligeramente gruesos apretados en una línea bastante seca, los ojos abiertos, mirándome fijamente, sin parpadear. Y, aún así, muy en contra de mi voluntad... sé que es el único que haría que me quedara sin respiración.

Maldito vampiro perturbado.

Foster, durante todo el rato en que he pensado en estas tonterías —en realidad han sido unos pocos segundos—, ha estado removiéndose con cierta incomodidad en la silla. Carraspea, como si intentara encontrar su propia voz, y finalmente me mira a la cara.

—Voy a hacerte una pregunta y necesito que seas sincera.

—Está bien —ni siquiera titubeo.

Primera norma si quieres tener el control de una conversación: no titubees.

La reina de las espinasWhere stories live. Discover now