8 - 'El misterio de Addy'

218K 30.5K 146K
                                    

8 - EL MISTERIO DE ADDY

No puedo volver a dormirme.

Supongo que alguien me habrá subido a mi habitación, porque sé que me quedé dormida en el sofá, pero apenas recuerdo nada más. Cuando he abierto los ojos, ya estaba aquí. Y no he podido volver a dormir.

Es insoportable. Como si mi cuerpo supiera perfectamente que Ramson sigue en esta casa. Como si supiera, de hecho, el punto exacto en el que está. Y no pudiera descansar hasta que fuera con él.

Cierro los ojos con fuerza, no he dejado de pasearme por la habitación. Me detengo junto a la ventana y la abro para que me dé algo de aire fresco, pero no sirve de nada. Sigo acalorada, agitada y con ganas de ir corriendo con él. Maldita sea.

Creo que es a medianoche cuando por fin me decido y voy a buscarlo.

Ni siquiera me planteo por qué sé exactamente en qué habitación está. Me da igual. Solo necesito tocarlo. O tenerlo cerca, al menos. No lo sé. Solo sé que necesito poder verlo para tranquilizarme. El corazón no deja de aporrearme el pecho. Y mi cuerpo está cansado y acelerado al mismo tiempo. Esto es... francamente difícil de soportar.

Me detengo delante de la puerta y dudo un momento antes de abrirla sin llamar. He hecho bien, creo. Es una habitación poco adornada, con los muebles necesarios —una cama, un armario, dos mesitas— pero muy sofisticados, como le gustan a Foster. Y, en medio de la enorme cama de dosel claro que hay al fondo, veo que hay alguien bajo las sábanas.

Ramson está tumbado boca arriba, con el brazo herido sobre las sábanas. Alguien le ha quitado el jersey y le ha puesto una venda en la herida. Pero yo solo puedo ser consciente de que no lleva el jersey. De que está desnudo de cintura para arriba. Y un escalofrío de placer —no me puedo creer que esté diciendo eso— me recorre el cuerpo entero pese a que no puedo verlo demasiado.

Cierro la puerta de nuevo y me acerco a la cama. Me subo a ella sin siquiera pensar en lo que hago. Ramson frunce un poco el ceño en sueños, pero no se despierta. Y yo me tumbo de lado junto a él, mirándole la herida.

La verdad es que sigue teniendo el brazo un poco más azulado, pero al menos parece que ahora puede moverlo. Trago saliva y subo la mirada lentamente, siguiendo la silueta que dibuja la manta hasta llegar a su cuello expuesto. Y su mandíbula. Debe hacer una semana que no se afeita. Me muerdo el labio inferior.

Y, justo cuando empiezo a estar tentada a alargar la mano y tocarlo, noto que mi collar empieza a calentarse casi al instante en que sus ojos empiezan a abrirse.

Ramson parpadea unas cuantas veces para adaptar la mirada a la oscuridad y se pasa una mano por la cara con una mueca de dolor. Ni siquiera se ha girado hacia mí.

—¿No deberías estar en tu habitación? —pregunta, sin embargo.

Suena agotado. Me quedo mirando su mano cuando se la pasa por el pelo, con la mirada clavada en el techo. De hecho, no recuerdo el detallito de que ha hecho una pregunta hasta que ladea la cabeza y me mira con una ceja enarcada.

—No podía dormirme —aclaro, un poco nerviosa.

—¿Y aquí si puedes hacerlo?

—También quería ver cómo estás.

—Estoy bien —aclara, levantándose el brazo para mirarlo—. Ya puedes irte a dormir.

Pero... no. El collar sigue caliente. No sé muy bien cómo interpretar esas cosas, pero sé lo que no significa. Y significa que realmente no quiere que me vaya.

—No quería molestar —me hago la ofendida.

En cuanto hago un ademán de ponerme de pie, lo escucho suspirar y esbozo una sonrisita triunfal.

La reina de las espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora