Sasha

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[Capítulo 11]


{Abby}

Cuando me recuperé le pregunté a Fabio por el baño y él mismo se encargó de llevarme en brazos y asearme, cosa que agradecí y me hizo comprobar que era un buen Amo. Al estar limpia y medio decente decidí que era hora de volver al hotel y agradecí que Michael estuviera listo también.

—Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar de esta manera —dije a Fabio al despedirme, insistió en acompañarme hasta el coche, pero no se lo permití—. Todavía hay cosas que quiero aprender —susurré al llegar a sus labios y darle un beso casto.

—No comparto más de una noche con las mujeres —aseguró y sonreí.

—Bueno, entonces gracias por lo que me enseñaste esta noche —respondí y recorrí sus labios con la yema de mi dedo pulgar.

Me giré para marcharme de una vez por todas, aunque su mano en mi brazo me detuvo y al girarme me cogió de las mejillas y estampó su boca en la mía con un beso de verdad. De esos que te dejan sin respirar y te aceleran el corazón haciendo que las palpitaciones las sientas también en el coño.

—Pero por otra noche contigo puedo hacer la excepción —aseguró sobre mis labios y reí.

—Hasta que el destino nos vuelva a cruzar entonces, Señor D'angelo —dije y me aparté de él— o un delirio —ironicé y antes de darme la vuelta le lancé un beso para seguir mi camino.

Esa noche había salido mejor de cómo lo planeé y no solo para mí, sino también para Michael, quien supo aprovechar su tiempo sin mí y probó los placeres de la vida desinhibida. Lo encontré en uno de los bares, bebiendo alguna bebida hecha de frutas, sin el saco, con la camisa arrugada y recién bañado.

Los sentimientos que experimenté fueron demasiado contradictorios.

—¿Estuvo rica tu noche? —le pregunté y me sonrió en respuesta.

—Ahora entiendo por qué te gustan estos lugares —admitió y le guiñé un ojo.

Le hice una señal de cabeza animándolo a irnos y él con su mano me instó a que caminara al frente. Agradecí el haber recuperado todas mis fuerzas, ya que no me hubiese gustado que me viera caminando con torpeza. En el coche ya ninguno de los dos habló, ambos nos sumergimos en un silencio cómodo, asimilando y rememorando lo que acabábamos de vivir. Me sentía exhausta, relajada y serena, por momentos suspiraba con satisfacción y creo que hasta fuerte, ya que en una ocasión Michael me miró por el retrovisor y sonrió divertido.

—¿Necesitarás que te lleve en brazos hasta tu habitación? —ironizó cuando abrió mi puerta en el estacionamiento del hotel y negué divertida.

—No creo que estés en condiciones de cargarme, guapo —respondí con ironía—. Apuesto a que tus piernas aún tiemblan igual que las mías —satiricé y salí del coche adelantándomele.

Abigail (Orgullo Blanco 5) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora