Bajo mi piel

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[Capítulo 32]

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[Capítulo 32]


{Abby}

Papá me apretó entre sus brazos como si quisiera absorber mi dolor y no verme más en ese estado, yo solo quería gritarle que era su culpa por no apoyarme desde un principio, pero no caería en ese error de nuevo, no le seguiría dando el gusto a Lupin de vernos destruidos porque lo que estaba pasando era solo su culpa y de nadie más.

—Andrea —dije cuando metí el rostro entre el cuello de papá, mi voz salió ahogada y no solo por mi agonía sino por su piel.

—Lo siento, nena —dijo con la voz quebrada y negué.

—Me niego a perderlo —señalé—. No puede ser posible que haya hecho todo esto para verlo morir, papá —seguí y lo miré a la cara, él negó sin saber qué decirme.

—Hiciste todo lo que estuvo en tus manos y más, Abby —aseguró.

—No quiero perderlo, papá —lloré y en mi agonía logré zafarme de su agarre.

—¡Abigail! —me llamó, pero no le hice caso.

Corrí de regreso hacia el taller y solo escuché a mi madre pedir que me dejaran, que no me detuvieran. Aiden estaba de pie, con las manos en la cabeza como señal de derrota y me miró asustado al verme correr hacia ellos. Michael seguía insistiendo con Andrea sin importarle que ya todos se hubieran dado por vencidos con mi francés y cuando me tiré de rodillas a su lado, volví a jurar que me pagarían caro lo que le había hecho a mi chico.

¡No puedes dejarme, maldito francés! —grité en su idioma.

Estaba inerte y, cegada por la furia comencé a golpearle el pecho con las manos empuñadas.

—¡Abigail! —gritó Aiden y trató de apartarme.

Alguien lo quitó a él de mí y Michael se apartó viéndome con lástima.

¡No vas a dejarme, Andrea Moreau! —sentencié y entrelacé mis manos, las alcé y volví a golpearle en el pecho con todas mis fuerzas— ¡Soy una maldita consentida y dicen que siempre consigo lo que quiero, así que ayúdame a confirmarlo, amor! —supliqué y mi vista se volvió borrosa por las lágrimas.

—¡Hija, por favor! —suplicó mamá.

¡No me dejes, Andrea! —grité yo con cansancio porque estaba utilizando todas mis fuerzas y volví a golpearlo.

No lo hacía con locura, lo hice como me enseñaron en primeros auxilios, midiendo la fuerza y el tiempo incluso sumida en mi desesperación.

—¡Te necesito, mon amour! —grité y di el último golpe.

Un jadeo desesperado se escuchó entonces y Andrea comenzó a toser sangre, lo hizo con tanta desesperación que mi padre estuvo listo a cortar los amarres de las manos de mi chico (ya que antes se concentraron más en darle primeros auxilios) y de inmediato lo puso de costado.

Abigail (Orgullo Blanco 5) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora