Paz y lujuria

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[Capítulo 51]

ANDREA

La adrenalina que sentía en ese instante solo podía compararla con la que me daba el sexo, y según mis últimas experiencias, era el sexo que obtenía con una persona en específico. La misma que me dejó una erección del demonio al marcharse con una sonrisa llena de luz en el rostro, esa que siempre tenía para mí.

¿Cómo era posible que una sonrisa llena de sensualidad pudiera también ser la misma cargada de paz? Y lo más increíble, ¿Cómo era posible que sintiera paz y lujuria al mismo tiempo cada vez que veía dicho gesto?

No lo sabía, de lo único que tenía certeza es de que esa noche me sentía más feliz de lo que estuve luego de lograr salir de mi mierda. La sensación que me embargó tras tener a Abigail de nuevo, era la que Dominik aseguró que se apoderaría de mí el día que estuviera curado por completo y solo con esa mujer logré conseguirlo en serio.

—¡Joder! No sé si sentir miedo o preocupación al verte sonreír con tanto... ¿amor? Mientras le deshaces el rostro a puñetazos a este pobre imbécil —dijo Dylan de pronto y solté una carcajada.

—¡Mierda! —exclamé extasiado y sacudí los brazos para relajarlos al sentir que los músculos se me estaban agarrotando.

Las manos las tenía llenas de sangre igual que la camisa, y la adrenalina en lugar de disminuir iba en aumento, tanto, que la respiración se me aceleró junto al corazón. Stephen Ward ya ni gemía de dolor, solo se entregó a mi castigo luego de negarse a hablar.

—Alégrate, hombre. Porque me siento jodidamente feliz —le dije entre jadeos.

—¡Pero si el hijo de puta no ha dicho nada! ¿De qué mierda me voy a alegrar? —espetó, sacando esas palabras del alma y volví a reírme por su intensidad.

—Supongo que la felicidad que le ha dado la compañera que tuvo esta noche ha sido tan inmensa, que no deja que la frustración por no conseguir algo que tanto ha deseado por meses, le joda el momento —explicó su mujer y le guiñé un ojo a la pelirroja.

—No me recuerdes eso porque me dan ganas a mí, de moler a golpes un rostro y no es precisamente el de este pobre diablo —aseveró Dylan y Tess se rio de él.

Yo me limité a alzar las manos en señal de rendición.

—Amor, ¿sabes lo ridículo que es que te pongas así por haber visto a nuestra... —Le hice un gesto a Tess para que tuviera cuidado con lo que diría y entendió enseguida— al Cisne negro en acción? Cuando somos conscientes del mundo en el que se maneja —reformuló con maestría.

—Ya, pero una cosa es saberlo y otra tener que presenciarlo.

—Ya te pedí disculpas por eso, Dylan —le dije al verlo refunfuñar—. Lo de mi sumisa fue un cambio de último minuto y créeme que fue de gran ayuda, ya que ella sola consiguió la atención de este bastardo.

Abigail (Orgullo Blanco 5) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora