Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 18

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Maratón 2/3

Odiaba aquel sitio. Llevaba quejándome mentalmente sobre lo mismo toda la semana y no creía que fuera a parar pronto. Cuando era mediodía el sol me cegaba chocando de lleno contra mi rostro y en los días con un poco de viento todos mis apuntes acababan volando por la clase. Aunque si tenía que ser sincera conmigo misma lo que más me desagradaba de aquel asiento no era la localización sino la gente de la que me rodeaba. Las lecciones se habían vuelto más tediosas desde que no tenía con quien hablar en ellas.

—Tienen que leer el número de Tucker's de este mes. Es brutal.

O bueno, no al menos con quien me gustaría. Por alguna razón incomprensible para mí, Ethan había interpretado mi cambio de fila como una declaración de amistad y llevaba desde entonces sentándose a mi derecha a pesar de no soler responderle.

—¿Cómo lo sabes? Estamos a día cinco y sale a final del mes.

Me molestaba conocer la fecha de publicación de aquella dichosa revista, pero supongo que era algo normal teniendo en cuenta que por mucho que quisiera no podía aislarme sin escuchar lo que el resto de personas comentaban a mi alrededor.

—¿No lo sabes?—preguntó aprovechando que por fin me dignaba a contestarle— Mi nombre completo es Ethan Tucker. Mi familia es dueña de Tucker's.

—Hmmm.

Tal vez me hubiera sorprendido más si no viviera rodeada de compañeros influyentes. Lo que me sorprendería hubiese sido encontrar a alguien con más de media neurona entre aquellas cuatro paredes. Por lo menos en el ámbito de las relaciones amistades, porque si hablásemos de inteligencia no tendría nada que reprocharle a cierta biblioteca andante con gafas.

—Hemos incluido un nuevo tipo de tipografía, ¿sabes? —rebuscó algo en su mochila antes de sacar un papel doblado varias veces.— Mira, es esta.

—No ha salido la revista todavía, ¿verdad? No deberías enseñármelo.

—No pasa nada, no es como si pudieses robarla. Tiene una marca secreta. Fíjate, —señaló una de las letras j— el punto en realidad es una corona si la amplías.

Tenía que admitir que la letra de aquella hoja era bastante bonita, tenía algo atractivo que te impulsaba a querer leer más.

—Está desarrollada por un grupo de científicos y psicólogos. —con que eso era— La verdad es que por la distancia que hay entre cada letra y el radio de...

—Hailey Brooks, acuda al despacho de la directora. Repito, Hailey Brooks, acuda al despacho de la directora.—se escuchó la voz de la secretaria a través de los altavoces de la pared.

Me levanté notando todas las miradas puestas en mí agradeciendo mentalmente esa inesperada llamada. La verdad es que con cruzar dos frases ya tenía mi cupo de sociabilidad cubierto para una semana, haber continuado con eso hubiese sido una tortura.

Dejé el aula a paso tranquilo intentando alargar el momento. Repasé mentalmente por el camino mi última semana de instituto intentando encontrar algo que me diera una pista de la llamada de la directora, pero no conseguí encontrar nada. No descarté que se tratara de la falta de algún tipo de información irrelevante teniendo en cuenta que me había incorporado hace poco y que en el formulario preguntaban hasta el grupo sanguíneo.

Golpeé la puerta del despacho con los nudillos y unos segundos después esta se abrió dejando ver a la secretaria que por la cara que traía no parecía estar teniendo un buen día. Esta esperó a que me adentrara en la estancia para cerrar y acercarse a su escritorio. Pulsó un par de botones de su teléfono antes de llevárselo a la oreja.

—Señorita, está aquí Brooks. ¿La dejo pasar?

¿Señorita? Aquella mujer podría haber convivido perfectamente en el jurásico y ni siquiera todas las sesiones de cirugía estética podían ocultar su edad.

—Ya puedes pasar.— permitió tras colgar la llamada.

Asentí como agradecimiento antes de volver a repetir el proceso de chocar mis nudillos contra la puerta de caoba. Entré tras recibir una contestación y caminé hasta situarme en uno de los sillones rojos de terciopelo que se encontraban enfrente de su elegante escritorio.

—La verdad es que hemos tenido que buscar los papeles, no te voy a mentir. Creo que eres la primera que tenemos en tu situación. Aunque tampoco me extraña, ¿quién en su sano juicio lo haría?

No tenía ni idea de que podría estar hablando la directora pero no me gustaba el camino que estaba llevando su verborrea.

—Doscientos años siendo la mejor institución privada de este estado. Supongo que si no sabes apreciarlo nunca estuviste realmente a la altura.— rebuscó entre el primer cajón de su escritorio hasta sacar un pequeño montón de papeles grapados. —Para tu expulsión del centro necesitarás rellenar este formulario y hacer que tus padres firmen la última página. Cuando lo entregues quedará vigente tu salida del Lakestone al momento.

—Espere, espere. ¿De qué está hablando?

—No hace falta que disimules querida, el rumor se ha extendido por todo el instituto. Es una pena que dejes el instituto, pero supongo que no hay nada que hacer si vas a empezar a trabajar en la empresa de tus padres. Es un motivo importante que empieces a tomar cargo de tu futura marca.

Mucho habían tardado en inventarse un absurdo rumor sobre mí. Ahora entendía el llamado por megafonía, ¿qué otra cosa podría ser? Empezaba a cansarme de ese ambiente de mentiras en el que tenías que ir con pies de plomo para no caer como víctima de esos cotilleos. Estaba segura de que ese en particular se había originado por mi distanciamiento con los chicos. Alguna mente iluminada había supuesto erróneamente que si era rechazada por los grandes del Lakestone mi vida allí estaba arruinada.

Ni siquiera llevaba un mes en el instituto, pero en algunas ocasiones no niego que hubiese firmado aquel formulario sin tan siquiera parpadear. El primer día hubiese sido una prueba de ello. Pero ahora... ahora veía ese sitio como cualquier otro. Sí, había mucha gente demasiada subida de humor e idiotas a patadas, ¿pero en qué sitio no los había?

Cogí los papeles que me tendió más por reflejo al estar ensimismada en mis pensamientos que porque realmente los quisiera. Los ojeé por encima una vez que los tuve en mi poder. Requerían algunas cuestiones como motivo de la salida del centro y datos personales entre otras cosas.

—Señorita, —interrumpió la secretaria entrando de manera apresurada— están aquí los padres del señor Davis.

La directora abrió los ojos de manera exagerada antes de llevarlos hasta el reloj de pared que colgaba sobre su cabeza. Se levantó como un resorte al comprobar la hora antes de agitar la mano en mi dirección dando a entender que habíamos acabado.

—Puedes entregarme los papeles a final de semana. Puedes irte.

Y así es como me vi en el pasillo completamente sola, con la réplica que no me dio tiempo a decir en la garganta y un formulario que no necesitaba.

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¡Buenos días/tardes/noches/lo-que-sea! Pues como lo prometido es deuda, aquí tenéis el segundo capítulo del maratón. 

Podéis dejarme por aquí vuestra opinión del capítulo.

Pregunta: ¿Salado o dulce?

Y eso es todo, hasta mañana.

Se despide, mglm17.

Rumores Azules (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now