Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 5

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Desvié la mirada en busca de la procedencia de aquel sonido topándome con una figura cuya bandeja estaba a mis pies. Observé con curiosidad a la morena que parecía haberse tragado un limón entero a juzgar por la mueca contraída de su rostro. No la conocía, pero tampoco es que fuera distinto diferenciarlo del grupo de chicas que aguardaban a su espalda mirándonos con expectación. Todas tenían en común los excesivos accesorios bañados en oro o plata y la gran cantidad de maquillaje en su rostro.

—¿Quieres algo?

—Me gustaría hablar contigo.-una mueca se formó en mis labios ante su forzada voz aguda.

—Tú dirás.

—Me refería en privado.

Evalué unos instantes las opciones replanteándome aceptar o rechazar su propuesta. Decidí levantarme y seguirla esperando que no se hiciera costumbre que desconocidos quisieran hablan conmigo sin razones aparentes. En cualquier otro momento la hubiese mandado a la mierda pero esa chica poseía algo que me causaba desconfiaba y cuanto antes averiguara a que se trataba menos posibilidades habría de que me pillara desprevenida en un futuro.

—Declan, ni se te ocurra coger mi comida. No creas que no me doy cuenta de como la miras.

—¿Por qué a Tyler le das tu postre y a mí me regañas por mirar tu plato?

—Porque tú eres idiota.- respondí desplazando mi bandeja hasta situarla al lado de la de Owen.— Vigílala por mí, no me fío de él.

Seguí los pasos de la castaña ignorando la mueca insatisfecha que mostró su rostro cuando me dirigí a ellos. Su séquito se encaminó detrás nuestra cuando pasamos delante suya. Nuestro recorrido no fue muy largo pues nos detuvimos cerca de los casilleros que estaban a la salida del comedor. Me apoyé en la pared mientras me cruzaba de brazos esperando que no me hubiese llevado hasta allí para decirme una gilipollez.

—Verás, es normal que no las conozcas porque eres nueva pero aquí hay ciertas reglas.

Más reglas absurdas no, por favor, rogué poniendo los ojos en blanco ante la mirada de superioridad que me dirigió mientras me repasaba desde los zapatos hasta el cabello.

—No puedes hablarles mal.—empezó una de las chicas que estaba a su espalda dando un paso al frente.— Tampoco desafiarlos.

—Está prohibido molestarlos en cualquier sentido.—aclaró otra de ellas como si fuera una regla de oro.

—Y jamás deberás estar a solas con ellos. Nunca, ¿me oyes? No puedes acapararlos para ti sola, somos muchas las interesadas.

Me pasé una mano por la cara cuestionándome seriamente el tipo de educación que impartían en ese instituto para que un grupo de chifladas fueran impartiendo reglas absurdas como si tuvieran lógica alguna. Desde luego que para mirarme todas por encima del hombro tenían el amor propio por los suelos para estar dispuestas a turnarse por pasar un rato con unos chicos que además eran idiotas. Si por mí fuera estaría encantada de que se los llevaran y los retuvieran con ellas para que así no me molestaran.

—¿Has terminado?—cuestioné esperando su asentimiento para continuar— Bien, pues ya podéis iros todas a la mierda. No pienso seguir vuestras estúpidas normas.

Puede que mis palabras se contradijeran con mis deseos, pero no pensaba dejar que me obligaran a hacer lo que a ellas les viniera en gana. Era una persona capaz de tomar sus propias decisiones sin que nadie me impusiera sus deseos.

Me aparté de la pared para regresar a la mesa ignorando sus advertencias pensando que no iban a conseguir nada intentando asustarme. Mi humor estaba especialmente irascible después de ese suceso, por lo que entrar en el comedor y encontrarme a Blake de espaldas en la mesa en la que me encontraba con anterioridad casi me hizo echar chispas por los ojos.

Rumores Azules (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora