Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 7

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El equipo contrario se puso en posición de saque, aunque la chica que tenía el balón no parecía tan segura como antes. Puede que la suerte para variar decidiera ponerse de nuestro lado esa vez o que la mirada del castaño poseyera demasiada amenaza como para volver a la chica insegura, fuese lo que fuese fallo ese lanzamiento sacándola de la pista.

Clavé los pies en el suelo con decisión sabiendo que entonces era mi turno para el saque. Alguien depositó la pelota en mis manos pero estaba demasiado centrada en dejarles saber toda la decisión que expresaba mi rostro como para fijarme en quien era. Le eché un vistazo rápido a Blake para asegurarme de su posición antes de elevar el brazo derecho golpeando así el balón con fuerza.

Cuando este cayó justo a unos centímetros de la línea de fuera sin que nadie pudiese entrometerse dejé escalar por mis labios una pequeña sonrisa malévola sabiendo que aquello solo acababa de empezar.

Después de ese momento el marcador empezó a cambiar de manera casi asombrosa inclinándose a nuestro favor. Ni siquiera pensé en las ganas que me entraban de estamparlo contra una puerta cada vez que lo veía cuando jugaba con él como un equipo.

Respetaba su parte del campo cuando la pelota se dirigía hacia esa zona, le daba consejos sin malicia solo cuando lo veía necesario así como aceptaba los suyos e incluso en alguna ocasión me permití dirigir el balón hacia él para que pudiera rematar sin dejarles opción a salvarlo.

—Así se hace.— choqué palmas con Blake cuando un punto más se añadió a nuestro contador gracias a como había interceptado la pelota para que yo pudiera darle a continuación.

No me avergonzaba a la hora de decir que prácticamente no habíamos dejado jugar al resto de miembros del equipo no solo porque parecían tener poco interés, sino porque aquello se había vuelto algo personal.

Un pitido proveniente del silbato indicó que la clase había finalizado aquel día, casi lo agradecía porque cuarenta minutos después de darlo todo ya me empezaba a costar seguir el ritmo. 

Agradecía tener botellas de agua a nuestro alrededor y que nos avisaran cinco minutos antes de que se acabara la clase para que pudiésemos asearnos.

—¿Quiénes son los malos ahora, ehh?—fanfaroneó Blake cruzándose de brazos tras comprobar la abismal diferencia entre marcadores.

—¿Os traigo unos pañuelos para que podáis llorar tranquilos?— yo tampoco perdí la oportunidad de meterme con ellos mientras me situaba al lado del castaño.

—Bien hecho, chicos.— Tyler levantó ambas manos para que celebráramos nuestro triunfo chocando los cinco a pesar de que él estaba en el equipo contrario.

—Desarrolla el éxito desde los fracasos. El desaliento y el fracaso son dos piedras seguras hacia el éxito. Dale Carnegie.—me giré levemente hacia Owen sin entender muy bien a que venían esas palabras.

—Tío, tienes que dejar de hacer eso. ¿Quién es ese de todos modos?

—Es un escritor americano que deberías conocer porque hicimos un trabajo sobre él hace dos años.

—¿Cómo quieres que me acuerde de eso si no recuerdo ni lo que he comido?

—Eso es porque además de ser pésimo en el voleibol eres estúpido.—situé una mano sobre mi cadera extendiendo una sonrisa maliciosa— ¿Cómo te las has apañado para llegar hasta este curso?

—No soy malo jugando, solo habéis tenido suerte.—me fulminó con la mirada ignorando deliberadamente mis palabras.

—No es verdad, es gracias a mis jugadas.

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