XIV. La Noche de las Mil Estrellas (Parte I: Trabajo)

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"La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quién decírselo".

—Gustavo Alfonso Bécquer


Soñó que estaba observando el hermoso atardecer del día anterior cuando sintió una mano sacudiendo su hombro. En ese rincón del mundo esperaba que el canto de los pájaros lo despertara, pero en esa ocasión el primer sonido que escuchó fue la voz de su compañero de habitación.

—Hey, hey, ¡hey! ¡Despierta! —lo escuchaba lejano, como si estuviera aún dentro del sueño, pero a medida que los "hey" se multiplicaban, su voz de acercaba más y más. Abrió los ojos y encontró el rostro del campesino frente al suyo.

Sacudió el hombro para que lo soltara y se sentó en el suelo que llamaba cama.

—¿Qué hora es? —se frotó los ojos y soltó un bostezo prolongado.

—No lo sé, pero es la hora a la que siempre me levanto.

Cuando dejó de frotarse los ojos, se puso las gafas y miró a su alrededor. La cortina improvisada dejaba pasar la luz del día, pero aún no se veían los rayos del sol. Debían ser alrededor de las 6 o 7 de la mañana.

Volvió a acostarse y cubrirse con la manta.

—Mejor te alcanzo más tarde.

—¿Qué? ¡Claro que no! —el otro reclamó. —¿Qué voy a decirle a tus padres?

—Que morí mientras dormía.

Desde debajo de su manta, pudo escucharlo reír.

—Sería divertido decirles eso, ¡pero no! —al ver que no daba señales de levantarse, Kei pudo escuchar cómo se alejaba. —De acuerdo, te daré unos minutos mientras me ducho y después nos iremos.

Kei solo gruñó mientras volvía a arroparse para dormir unos minutos más. Escuchó el sonido de la ropa cayendo al piso, la puerta del baño abriéndose y el agua de la regadera corriendo. Después, volvió a perder la conciencia por unos instantes más.

No supo cuánto tiempo había pasado, pero volvió a sentir que sacudían su hombro. Y escuchó la misma voz que lo había despertado anteriormente.

—Ahora sí, ya es hora de despertarse.

"No tengo más opción" Se quitó la manta de encima de la cabeza y aceptó el hecho de que era hora de abandonar la cama. El otro le ofreció el baño para que tomara una ducha y Kei lo aceptó gustoso, eso lo ayudaría a espabilarse.

El baño era sencillo y pequeño, tenía un inodoro y un lavabo con espejo. A un lado de la taza del baño se encontraba la regadera, aunque no tenía cortina. Eso, aunado al hecho de que la puerta no tenía seguro, lo hizo sentir incómodo.

"No pienses demasiado en eso"

Se desvistió y entró en el espacio de la ducha, intentando escuchar lo que sucedía del otro lado de la puerta. Pudo oír el sonido de ropa y el movimiento de algunos cajones, posiblemente el otro se estaba vistiendo para comenzar el día.

Kei abrió la llave de la ducha y se sorprendió al darse cuenta de que había agua caliente.

Cuando terminó, se vistió lo más rápido posible con una camiseta blanca y un short negro. La noche anterior, su compañero de habitación le dijo que usara ropa ligera porque encima se pondría un overol prestado.

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