XV. La Noche de las Mil Estrellas (Parte II: El Claro)

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"Desde todas partes hay la misma distancia a las estrellas".

—Séneca


Solo le había dado tiempo de salir con un short negro corto, una camiseta blanca y sus tenis sin calcetines.

Creía que el ambiente nocturno sería frío, pero la temperatura del ambiente no era tan distinta a la de la tarde. El viento soplaba ocasionalmente contra su rostro, mecía su cabello y acariciaba la piel desnuda de los brazos y piernas.

Tadashi lo había guiado con mucho cuidado por el pueblo de noche. Nadie tiene que enterarse de esta escapada— le dijo cuándo brincaron la cerca del patio. Entre más se internaban en la noche, más crecía la curiosidad de Kei.

"¿Qué clase de cosas hace durante la noche?" Tal vez trabajaba en algo relacionado al campo. "Pero entonces... ¿por qué sería secreto?" Intentó evitar hacerse más preguntas y se limitó a seguir la silueta que estaba frente a él dirigiéndolo. De una forma u otra, pronto resolvería todas sus curiosidades.

El otro llevaba puesta una camisa de tirantes negra que estaba rasgada con pequeños agujeros que dejaban ver su piel debajo, aunque fuera solo un poco. De la cintura para abajo iba vestido con un bóxer largo impreso con franjas rojas y negras y, en sus pies descalzos, se le ceñían unas sandalias de plástico negras.

El pueblo era tan silencioso de noche como lo era de día. Fuera de eso, todo lo demás era distinto: la luna llena iluminaba todo como un reflector tenue que dibujaba sombras débiles sobre el suelo; los sonidos de grillos y el suave rumor del riachuelo que atravesaba Nakashozenji llenaban los oídos de Kei de una forma tan leve y sutil que parecía como si la naturaleza lo estuviera arrullando. Como si cantara una nana solo para él.

Bajaron lentamente y con cuidado la colina donde se encontraba la casa de los Yamaguchi. Si corrían, los sonidos de sus pisadas harían ruidos que podrían levantar sospechas al día siguiente.

El pueblo apenas estaba iluminado por dos luminarias: una a la base de la colina, y la otra justo donde iniciaba el puente que cruzaba el riachuelo. La luz que proyectaban era bastante diferente a la de la luna ya que imprimían círculos amarillos de luz que contrastaban con lo oscuro y plateado del ambiente. Las farolas parpadeaban ocasionalmente.

"Deben ser muy viejas" pensó.

—Hay que ir con más cuidado aquí —le susurró Tadashi cuando llegaron a la base de la colina, donde estaba la caseta de teléfono.

Kei asintió.

Cuando cruzaron el puente pudo ver el muro de árboles que marcaba el inicio del enorme bosque que rodeaba el pueblo. Al estar frente a esos árboles, Kei sintió un escalofrío al recordar la sombra que había estado soñando.

La había soñado en el hotel que los hospedó el primer día de su viaje, y la volvió a ver en sus sueños cuando durmió a la sombra del árbol favorito de Tadashi. En aquél sueño, la sombra estaba parada justo en el mismo lugar en el que se encontraba Kei ahora mismo. Y lo invitaba a internarse en el bosque.

Desaceleró sus pisadas y se quedó mirando los árboles. El otro notó que se estaba quedando atrás.

—¿Qué pasa? —dijo Tadashi, intentando no alzar la voz.

"Sólo fueron sueños tontos". Se dijo a sí mismo.

—N-nada —volvió a caminar, internándose más allá de donde se encontraba el muro de árboles. Entrando al bosque.

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