I. Un city-boy en el camino

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"Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así."

—Miguel Delibes


El verano era su estación del año menos favorita. De hecho, decir "menos favorita" era poco. La odiaba.

El sol quemaba la piel, los horrendos insectos reptaban fuera de sus escondrijos y molestaban su vida diaria (moscas que tenía que espantar de los platos de comida, cucarachas que a veces salían de quién sabe dónde, lagartijas, polillas y todo tipo de mosquitos); aunado al hecho de que el calor que hacía en Miyagi sofocaba hasta al más valiente. Por si fuera poco, también odiaba sudar. Tsukishima lo consideraba como un desperdicio, además de una molestia. Sudar todo el día era odioso, el sofoco del calor era odioso, los insectos son odiosos.

Todo lo que tiene que ver con el verano es odioso.

Tsukishima Kei se encontraba en el asiento trasero del Volkswagen Jetta en el que su familia llevaba ya más de dos horas en movimiento; en el radio del auto sonaba "Rusty Nail" de X-JAPAN, a Kei no le gustaba esa música, pero su padre tenía un gusto casi obsesivo con el rock, el metal y géneros afines. También le encantaba salir de vacaciones con toda la familia, por alguna razón que salía de la comprensión del joven.

Cada año, durante el mes de Julio, la familia Tsukishima salía de su originaria y pacífica prefectura de Miyagi para aventurarse a conocer nuevos sitios en todo Japón. Sin embargo, los viajes eran particulares ya que el destino no era lo importante, el viaje sí. Sus padres eran aficionados a los road trip, a ir en carretera y parar en pequeños pueblos que estuvieran cerca de la carretera y seguir así hasta algún destino final.

El año pasado habían llegado hasta el Monte Fuji, no sin antes pasar por al menos 20 pueblos y comunidades pequeñas para apreciar desde ahí lo que su padre llamaba "el maravilloso poder de la naturaleza indómita".

Kei pensó que en aquél viaje iban a quedarse un día, o al menos pasar por Tokyo, pues estaba sobre la autopista que estaban transitando. Sin embargo, cuando pasaron de largo la gran metrópoli, externalizó su queja.

—¿No vamos a parar en Tokyo? —algo le decía que la respuesta a la pregunta no le iba a gustar.

—¡Por supuesto que no! —su padre contestó al instante. —¿Por qué quisiéramos parar ahí si lo que queremos es alejarnos del bullicio y de la tecnología? —después de eso, Kei no volvió a decir nada.

La verdad era que a él si le gustaba el bullicio y la tecnología de la gran ciudad. Su sueño era conocer y explorar todos los rincones de la gran metrópoli tokiota. Sin embargo, cada año se encontraba atrapado con su familia en el Jetta Blanco de su padre rumbo a "un encuentro con la naturaleza".

Este año, también iban a un destino turístico emblemático de Japón. Había escuchado de sus padres que recorrerían gran parte de la isla principal del país hasta llegar a la prefectura de Gifu para visitar las "históricas" aldeas de Shirakawa y Gokayama, en automóvil eso quedaba a unas 10 horas sin detenerse, sin embargo, sus padres ya habían dispuesto varias paradas durante el viaje.

Seguirían la autopista Hokuriku desde Miyagi, a las 4 horas en carretera se desviarían a Monomiyama, una montaña ubicada cerca de la prefectura. Después de pasar la noche ahí, seguirían otras cuatro horas para ir a Jogamine, otra montaña. De ahí, la carretera seguía una buena porción de costa, por lo que aprovecharían para visitar la playa de Tozaki, después, el pueblo de Shiroyama (con su respectiva montaña), continuarían y se alojarían en un sitio cercano al lago Jinzu, después visitarían otra montaña, otro río, y por fin, llegarían a las aldeas.

Con sólo repasar mentalmente la ruta, ya sentía un hormigueo de cansancio en las piernas. Le pidió a su madre el mapa para aproximar el sitio en donde estaban, al ver la ruta, ya marcada por su padre previamente, sintió todavía más cansancio. Akiteru era demasiado suertudo por estar en la universidad todo el verano en residencias y no tener que sufrir todo lo que él iba a sufrir.

No tardarían mucho en llegar a Monomiyama. Decidió que iba a dormir una hora al menos.

—Despiértenme cuando lleguemos. ­—dijo mientras se acomodaba, sentado aún, para "dormir".

—De acuerdo, no tardamos más de dos horas en llegar. —su padre dijo desde el asiento de conductor.

Habían salido de Miyagi a las 4:00 am, y ya eran casi las 6:00 am. El cielo empezaba a aclarase, aunque el sol todavía no había aparecido. Recargó su cabeza en el marco de la puerta del auto, de esa manera podía ver la carretera y el desolado paisaje que se extendía a ambos lados del camino. Debido a la hora que era, habían tenido que compartir carretera con muchos camiones y vehículos de carga pesada. Sin embargo, el padre de Kei era bueno conduciendo y rebasaba, esperaba y conducía con presteza detrás de esos grandes tráileres.

Se quedó dormido, pensando en el gran viaje que tenía por delante.

Máquina del TiempoWhere stories live. Discover now