XVI. Bitácora paleontológica y voleibol

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"Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa; sino lo que ama"

—Agustín de Hipona


—¿Y qué hay de ti? —le preguntó.

Estaban sentados en la misma colina donde habían mirado el atardecer hace dos días. El sol se estaba poniendo y lanzaba sobre los arrozales sus rayos dorados, sacando destellos deslumbrantes al agua del humedal. Para Yamaguchi, ese paisaje no presentaba la gran novedad porque lo veía diario. No cambiaba. Lo que era diferente, sin embargo, era la presencia de su acompañante. A Tsukki le parecía fascinante mirar el sol ponerse sobre los arrozales del pueblo. Y, como buen anfitrión, a Tadashi le gustaba amoldarse a los planes de su acompañante y hacerlo sentir más cómodo con su estancia en el pueblo.

"Aunque el día de hoy, yo también me he estado sintiendo más cómodo". Sentado bajo la sombra de uno de los árboles de la colina que daba a los arrozales, recordó la conversación que tuvieron el día anterior bajo la mirada de mil estrellas y la luna. Se habían prometido ser más sinceros y tratarse como mejor les pareciera.

—¿Que de qué, exactamente? —dijo el extranjero sentado a su lado. Ese día le había enseñado a pastorear las ovejas. Había sido gracioso ver cómo Tsukki gritaba a los animales intentando arrearlos. Tadashi había tenido que enseñarle a cómo llevarse bien con Joji para que, después, el perro lo obedeciera y lo ayudara. Había funcionado; Kei y Joji empezaban a agradarse, aunque fuera un poco. El citadino aprendía rápidamente.

—Ya me has contado mucho sobre la ciudad y yo te he enseñado muchísimo sobre algunos trabajos que se hacen aquí, pero... —volteó a mirarlo. Tsukishima estaba sentado con sus rodillas pegadas al pecho, apoyando el mentón en una de las articulaciones mientras miraba el paisaje. —...aún no sé mucho sobre ti o qué es lo que haces normalmente en la ciudad...

—Hm... —el otro pensó por un segundo, reflexivo. El viento mecía suavemente sus rulos dorados. No tenía el cabello tan largo, pero aun así se alborotaba con el viento. Los rayos dorados del sol hacían que el cabello le brillara. Tadashi se quedó absorto mirándolo. —No creo que haya mucho que contar... solo voy a la escuela, el club y todo eso...

"¿Un club?" Desconocía eso de su acompañante. Él mismo jamás había pertenecido a un club. La escuela rural solo daba clases a los 10 niños de la comunidad, y el número era cada vez menor a medida que pasaban los años. Actualmente, Tadashi era el último que quedaba.

—Cuéntame sobre ese club —sonrió. El otro notó su curiosidad y se enderezó, apoyando la espalda en el tronco del árbol.

—No es la gran cosa, es el club de voleibol —dijo.

Tadashi no tenía un gran conocimiento sobre deportes, pero sabía sobre el voleibol y béisbol. De niño solía jugar con los demás jóvenes de la comunidad. Aunque él era el menor y no podía seguir el ritmo de los otros, recordaba con cariño aquellas tardes jugando bajo el sol abrasador del pueblo.

—No creo que sea poca cosa si eliges estar ahí todos los días —Tadashi volvió a sonreír. Los ojos de Tsukishima se abrieron un poco y levantó una ceja. No sabía que significaba ese gesto. —Cuéntame más, ¿sí? —dijo y Kei asintió.

Le contó la historia de los cuervos de Karasuno, los campeones caídos de la prefectura de Miyagi. Le habló sobre el equipo, sobre los partidos y sobre los resultados de los mismos. Según él, antes de salir de vacaciones habían perdido un partido y su oportunidad de ir a las nacionales en el torneo Intercolegial.

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⏰ Última actualización: Jul 24, 2021 ⏰

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