XI. Cicerone

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"No existen tierras extrañas.

Es el viajero el único que es extraño".

—Robert Louis Stevenson


Bajaron la colina corriendo; mientras lo hacían, podía sentir como jalaba de más la muñeca del city-boy, tal vez estaba yendo muy rápido.

Se había dado cuenta de que lo había estado mirando mientras revisaba las fresas. A Tadashi le hubiera gustado gritarle y preguntarle si quería ayudarle con las tareas de campo, eso habría sido emocionante. Sin embargo, el city-boy se había ocultado, evadiéndolo. Tal vez siguiera incómodo por lo de la noche anterior. "No había sido mi intención, pensé en voz alta, qué incómodo".

No se daría por vencido, tendría que compensar el bochornoso incidente de alguna manera y dar una mejor primera impresión. Cuando llegó la hora de su descanso se dirigió a recostarse en el mismo árbol de siempre, solo que, para su sorpresa, se encontró al city-boy ahí, robando su sombra. Aquella era una buena oportunidad para entablar una mejor primera conversación.

Se dio cuenta de que el chico era hostil. No parecía agradarle la compañía, ¿o era "su" compañía, específicamente? No habría sabido decirlo, así como tampoco habría sabido decir por qué seguía insistiendo en interactuar.

Tal vez era porque los forasteros en el pueblo eran algo raro de ver.

Después de un rato, el city-boy había aceptado un recorrido por el pueblo. Era una buena oportunidad para cambiar la percepción del otro sobre él.

Cuando llegaron al pie de la colina, se detuvieron. El otro tomaba grandes bocanadas de aire para intentar estabilizar su organismo. Con la mano que tenía libre, sujetó su garganta. Se veía cansado.

Verlo así era de lo más divertido. Además, era curioso que se agotara por recorrer un trayecto tan corto.

—¿Tan rápido te cansas? Solo bajamos la colina. —Su tono evidenció la gracia que le causaba la escena. Estaba respirando con mucha fuerza, aspirando demasiado desesperado. —No respires así, te vas a cansar más y a lastimar la garganta. Mira, haz como yo. —Empezó a enseñarle cómo respirar solo con la nariz para que no se lastimara la garganta. No parecía hacerle caso.

Pasaron unos instantes hasta que pudo recuperar la compostura. Tadashi seguía viendo todo con diversión.

—No tan...rápido, por favor. —consiguió decir al momento que se daba cuenta que Tadashi aún sujetaba su muñeca. Hizo fuerza para soltarse de su agarre con algo de brusquedad.

—Está bien, iremos con más calma, city-boy. —Apenas lo había llamado así un par de ocasiones, pero era un apodo que le quedaba a la perfección. —¿A dónde quieres ir primero? —no obtuvo respuesta.

El extranjero estaba absorto observando los alrededores.

—¡Hey! —gritó para llamar su atención, el otro dio un salto de susto.

—¿Qué? —preguntó, molesto.

—Te estaba preguntando que a dónde quieres ir primero. —frunció el ceño. —No estabas prestando atención.

El citadino lo miraba, sin importarle su molestia. Alzó los hombros.

—En realidad no me importa. —hizo una mueca, indiferente. —Lo que me quieras mostrar está bien.

"Qué frío es" Aun así, era su invitado y debía ser cortés. No comprendía por qué el citadino era así. Aunque le emocionaba la idea de descubrirlo. Conocer a alguien nuevo no era algo que sucedía seguido en el pueblo.

Máquina del TiempoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz