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—¡No es lo que parece!—menciono con rapidez Jimin separándose abruptamente.

Y es que encontrar a su amigo en una escena tan prometedora no era algo que pasara todos los días. Menos con el chico que más odiaba en el mundo.

—De Park lo esperaba, ¿Pero de ti Jeon?—espetó Kai con cierto todo dramático.

—¡Ey!—exclamó el rubio ofendido.

—No es lo que piensas, Kai—habló esta vez Jungkook, tomando la situación tranquilamente—Sólo le enseñaba a bailar, y creí que estabas lo suficientemente lastimado como para venir.

—Fue una simple contractura en la espalda, estoy bien—comentó sirviéndose un trago.

Pero por la manera en que caminaba, definitivamente no podrías creer ese hecho.

—Yo me iré de aquí—interrumpió Jimin, quien ahora se sentía como el mal tercio.

—Ve y habla con ella—fue lo último que le escuchó decir al peli negro antes de dejarlo con el fastidioso de su amigo. 

«¿Hablar con ella?» se dijo el rubio divertido.

Para él era fácil decirlo, todas la chicas morirían por obtener aunque sea una mirada de su parte. El era sólo un pianista retirado, de un metro con setenta y cinco centímetros, problemático y amigo de dos chicos raros, quien a duras penas conseguía los puntajes más altos para poder sacar de quicio al imbecíl de Kai.
O sea, en pocas palabras, era un perdedor total.

—¿Jimin?—interrumpieron inesperadamente a su lado, obligándole a abandonar sus pensamientos—¡Qué sorpresa encontrarte aquí!

El chico podía reconocer esa voz en cualquier parte, entonces giró su cabeza despacio.

—Seul Gi—dijo abriendo los ojos más de lo normal.

—¿Tú rodilla está mejor?—preguntó sonriéndole.

Era necesario pegarle una bofetada para hacerlo reaccionar y que así dejara de actuar como un tonto.
Si. En definitiva.

—Si, ya no me duele—respondió sin lograr ocultar sus mejillas ruborizadas.

Es que ver la sonrisa de aquella castaña, hacia qué se desconectara por completo de este mundo pues lo transportaba a lugares desconocidos.
Lo hacía suspirar, ponía su suelo a temblar. Era increíble el desorden que causaba esa chica en sus emociones con sólo sonreír.

—¿Estás solo?—pregunto mirando a su alrededor—No veo a esos dos chicos que siempre están contigo.

—Realmente no tengo idea de a dónde se metieron, me han dejado a mi suerte entre todas estas personas que no conozco—respondió riendo.

«Invítala a bailar» Gritó una voz en su cabeza. Como el ángel que le reprendía antes de meterse en cualquier problema.
«Es el momento indicado» animó su subconsciente. Siendo el diablillo que apoyaba todas sus travesuras.

Por fin estaban de acuerdo en algo.

—Mmm ¿Quie...

—¿Quieres ir a un lugar con menos ruido?—le interrumpió antes de que pudiera decir algo—Siento que la cabeza va a explotarme.

Por supuesto, eso lo hizo sorprender.
¡Ella lo había invitado primero!

—¡Claro!—contestó emocionado.

—¡Claro!—contestó emocionado

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