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—¡Baja en este momento jovencito o llegarás tarde!

Los gritos de su madre desde la cocina, resonaron por cada rincón de la casa, definitivamente estaba molesta. Era lo mismo cada mañana, todos los días de cada semana, toda su vida, que ya hasta se le había hecho costumbre.

—¡Agh!—se quejó terminando de ponerse los calcetines—¡Ya voy!—respondió de vuelta desde su habitación tomando la mochila de mala gana.

Él es Park Jimin.

Un quinceañero cualquiera de Busan, Corea del Sur, de descendencia coreana y francesa. Y es su primer día de clases en su segundo año de preparatoria.

Su historia comienza cuando por azares del destino, el señor Park (su padre) conoce a Camile (su madre) gracias al trabajo. Y bueno, para evitarles toda una larga historia que me llevaría posiblemente unos cinco capítulos como mínimo, si han visto películas de romance ya saben cómo estuvo la cosa, se conocen, se enamoran, se casan, y se mudan a Busan en Junio de 1895.

El afecto que Jimin le tenia a sus padres no era un tema cuestionable, sin embargo, cuando otros niños al llegar los diez meses aprendían a decir "mamá" o "papá". Jimin memorizo una sola palabra: "Han", el nombre de su progenitor. Park se consideraba una pequeña estrella dentro del universo en el que sólo existía su padre, el apego que había desarrollado con el era distinto y siempre lo supo, era el héroe de su vida, el hombre que lo había ayudado a descubrir su pasión al enseñarle como tocar el piano, porque si, el rubio era un joven prodigio cuando del piano se trataba. Definitivamente eran una pequeña familia muy feliz.

Pero su vida cambió completamente cuando al final de un concierto, recibió una terrible noticia.

Su padre, había muerto.

Estaba devastado, pero no sabía que después, las cosas se pondrían aún peor.

—El piano está muriendo Jimin—comentó su madre al volante sin despegar la mirada de la calle.

Sabía que ese era un tema delicado para su hijo por lo que evitaba hablarlo a toda costa, sin embargo, la situación ya se le escapaba de las manos.

—Tíralo, regálalo o véndelo, en realidad no importa—respondió con fastidio mirando por la ventana como si afuera se hallara lo más interesante del mundo.

Como si pudiese ver pasar la vida desde la ventanilla.

—Era de tu padre—soltó algo sorprendida por la actitud del contrario.

—Si, bueno, papá está muerto—contestó bruscamente—Haz lo que quieras con el—finalizó ganándose un suspiro por parte de su mamá.

Bueno, al menos lo había a intentado.

—No podré venir a recogerte hoy—avisó estacionándose frente al instituto y así cambiar de tema.

No había si quiera terminado de hablar, cuando el chico ya se encontraba fuera del auto. 

—No importa, tomaré el autobús o simplemente caminaré—respondió y sin esperar respuesta contraria, caminó a la entrada del colegio.

Academia Wissen: Un establecimiento privado, dónde el chico tenía una beca por su gran desempeño académico y artístico.

—¡Park, atrápalo!—gritó lanzando el balón justo en su cara cuando el mencionado cruzaba la puerta de la entrada.

Kim Jong-in

Más conocido como Kai, su cabellera castaña, labios carnosos y cuerpo de tentación lo volvían el chico más guapo y popular de todo el lugar, idiota, pero guapo, porque Dios, es hermoso y todas las chicas del enorme y prestigioso instituto lo confirmaban.
(Ok, suficiente. Voy a calmarme para poder continuar).

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