X. La tristesse du diable

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Nota: El nombre de Dyo para esta parte de la historia será Adeline. Lo iba a cambiar y se me olvidó.


Adeline era una hermosa muchacha de campo, humilde pero despreocupada del futuro, gustaba disfrutar de los pequeños placeres de la vida y sentir la brisa en su cabello dorado trenzado alrededor de su cabeza. Llevaba en su vestido flores bordadas alrededor del amplio escote que dejaba entrever sus pechos generosos.

Un día, cruzando el camino hacia la ciudad, mientras pastoreaba unas cabras encontró una curiosa máscara abandonada al pie de un árbol. Contempló la máscara, acariciándola con sus pequeñas manos marfileñas.

"Simple y bonita. Es perfecta" Las palabras se deslizaron de sus labios, completamente fuera de su control. Dyo no tuvo ninguna compasión, aunque ella luchó por retener voluntad sobre su propio cuerpo, al final fue sometida por la máscara.

Abandonó a las cabras y siguió el camino hasta llegar a la ciudad. A la entrada encontró un puesto militar y de inmediato, los soldados apostados al ver llegar a una joven solitaria, la abordaron con galanterías.

La joven enmascarada se dejó adular y entre risas coquetas prometió que regresaría más tarde a entretener a los apuesto a soldados. Pero antes de eso, tenía que darse un baño y ponerse algo más bonito.

†††

"Estos harapos me hacen parecer una campesina" se dijo así misma cuando se miró al espejo, era el séptimo vestido que se probaba. Nada en esta tienda era de su gusto.

― ¿Es todo lo que tienes? ―preguntó despectiva a la vendedora.

―Es la guerra, los materiales están escaseando, señorita ―luego se persignó al ver al sacerdote y sus acólitos pasar por la calle.

Adeline miró hacia la calle con curiosidad.

―Pobre padre, tener que ver a ese demonio cada día ―dijo la mujer sin que le preguntaran.

― ¿Demonio? ―una sutil demanda para que continuara hablando.

―Un hombre que decía ser médico, mató a la hija y la esposa del gobernador y a otros tres mientras huía.

La mujer se volvió a hacer la señal de la cruz sobre su pecho.

― ¡Y pensar que estuvo aquí en mi tienda! ―la mujer se estremeció en un escalofrío.

―Fue horrible, con su voz hueca y esa máscara de cuervo.

Adeline miró a la mujer y de sus pensamientos extrajo una imagen más clara del hombre del que hablaba.

"Sylvain".

†††

Mirando a través de un catalejo desde lo alto de un balcón, trató de contener su furia. Cada golpe, herida, cada gota de sangre derramada de su querido Sylvain, sería cobrada no al doble, no al triple, al infinito.

Pero solo había una condición para desatar el infierno sobre la pequeña ciudad.

Sylvain estaba muy quieto en el cadalso, parecía desorientado y sus ojos se fijaron en el suelo cuando el heraldo en número sus crímenes, estaba arrepentido.

Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando se mencionó al demonio.

Y Adeline dio la orden a sus soldados.

Si la sonrisa significaba algo o simplemente fue una excusa para desatar el caos eso, ni el mismo Dyo no podría asegurarlo.

††††

Contigo Hasta El FinalWhere stories live. Discover now