XXI. Souvenir: A love letter

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"Despierta"

Una voz lejana, apenas como un susurro le llamaba.

"Despierta"

En cuanto abrió los ojos, la luz brillante lo obligó a cerrarlos de nuevo.

"Donde estoy" se preguntó antes de poder abrir los ojos.

―Se révellier, Mon Cher Docteur ―le repitió la voz varonil, familiar y cálida, como un arrullo y la suave caricia entre sus cabellos, lo invitaban a dormir un poco más

Mon ami, me encantaría ser tu almohada toda la noche, pero tengo algunos asuntos que atender.

Entonces las caricias cesaron y de súbito se percató en donde estaba.

Se había quedado dormido en lo que parecía una biblioteca, sobre el regazo del Lord Negro.

De inmediato se incorporó y por inercia se alisó el cabello, se acomodó la mascara y revisó que todo estuviera en orden y respiró aliviado al descubrir que lo único que le faltaba era la capa de terciopelo. Mientras el Lord Negro, sonreía burlón tras la máscara angustiada.

Je sui désole, creo que bebí mucho ―el doctor se disculpó poniéndose de pie torpemente y miró a su alrededor con recelo, todo este lugar le parecía irreal y no sabía si eran los colores tan limitados, la geometría no euclidiana o el alcohol lo que le mareaban hasta embriagarlo por completo.

―No es ningún problema, he disfrutado tu compañía, mi querido doctor. Pero tengo que irme, espero verte pronto otra vez.

―Espera ―su mano suspendida en el aire era una súplica, pero las palabras no salían de su boca.

El Lord tomó la mano y lentamente la llevó a sus labios, estremeciendo al doctor con un frío beso de porcelana.

―No he olvidado nuestro trato, puedes quedarte en la biblioteca todo el tiempo que quieras, eres mi invitado, todo lo que pidas, mis sirvientes lo conseguirán para ti.

Lentamente liberó la mano del doctor y sin dejar de mirarlo de forma inquietante, dio unos pasos atrás antes de dar media vuelta y alejarse entre los pasillos.

Sylvain no apartó la mirada hasta perderlo de vista en una curva del espacio, imposible y antinatural. Luego miró a su alrededor, el lugar era enorme, cientos o tal vez miles de libros abarrotaban las estanterías, el sonido de sus pasos era amortiguado por el alfombrado y además de él no parecía haber nadie más.

Suspiró mientras con sus manos repasaba los tomos de una repisa.


"¿Qué era lo que estaba buscando? Ah, sí, una cura."

****

Los libros se fueron acumulando uno tras otros sobre la mesa. A Sylvain le sorprendía la facilidad con que podía comprender los escritos a pesar de estar escritos en lenguajes que no conocía e incluso las mas aberrantes escrituras podía descifrarlas con naturalidad.

Aun así, no encontraba lo que estaba buscando.

Apoyo el mentón en una de sus manos y miró a la ventana, justo para encontrarse con el desfile de figuras estrafalarias que danzaban escandalosamente al ritmo de flautas y tambores. Era el décimo que veía pasar, durante lo que creyó era una tarde. Entre la multitud, creyó ver a su "benefactor" abrazado a lo que parecía una mujer, desvió la mirada con un dejo de indignación y tras un segundo, pensó que le importaba a él lo que el Lord hiciera y de nuevo lo buscó entre la gente, pero ya no estaba.

Este lugar comenzaba a jugar con su mente, podía sentirlo. Nunca fue un hombre hedonista, pero cualquiera, incluso el más beato, podría sucumbir a los placeres que Alagadda ofrecía.

Contigo Hasta El FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora