XXV. Everything fades

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—¿Y ahora qué? ¿Cuál es el plan?

—Esperar.

—¿Esperar qué?

—Que se me ocurra algo.

Eckhart rio nervioso, 035 bufó fastidiado.

—Eso no es gracioso, imbécil.

Dos consciencias compartiendo un solo cuerpo, Eckhart existía como una gota inmiscible, flotando a la deriva en la densa oscuridad del mar.

—Si tan solo me dejaras dominarte —la marea de aguas negras se agitó con desesperación.

—Harás que nos maten a ambos —Eckhart sabía que 035 era capaz de cualquier locura y se mantuvo firme frente a la tempestad con toda la fuerza de su voluntad.

—Tu vida es miserable, te harías un favor dejándome poseerte.

Eckhart cerró los ojos y tragó el amargo sabor de una verdad evidente. Su existencia carecía de sentido y disfrutaba apenas por instantes los placeres que la vida le daba. ¿Su memoria mas preciada? Esa llamada repentina que Hamm le hizo unos días antes de su muerte y sin embargo aun esa calidez en su corazón era opacada por la descontrolada marea de emociones que Melankholia era capaz de experimentar y que fluía libremente hacia él. Pero frente al imponente mar que era 035, la única defensa del investigador era la mas pura convicción, nacida de la resignación de que perder la batalla era inevitable.

—Por más miserable que sea, es mi vida y yo decido cuando y como terminarla —la voz de Eckhart retumbó en la oscuridad de la mente compartida y las aguas se apaciguaron lentamente. Si había algo que 035 respetara, eran aquellos espíritus difíciles de doblegar.

Por un largo tiempo ambos se mantuvieron en silencio, escuchando el ruido del ambiente, nadie parecía estar vigilándolos afuera, pues sin previo aviso la puerta se abrió y los pasos inseguros de un joven investigador hicieron eco en la habitación.

—¿Doctor Eckhart? —Laurens encendió la luz, pero el joven apenas percibió el cambio, la pequeña habitación parecía aferrarse a las penumbras.

—¿Qué quieres niño? —espetó el mayor, sus ojos entrecerrados apenas toleraban la luz directa.

—Pensé, que estaría hambriento y le traje algo de comer —Laurens dijo encogiéndose de hombros y colocó una charola con un vaso con expresso humeante y un sándwich de pollo.

—Gracias Laurens, pero tengo un pequeño problema —dijo tratando de levantar los brazos que aún estaban esposados a la silla.

—¿O acaso planeas alimentarme? —agregó sarcástico.

Laurens se rascó la mejilla y rio nervioso, era completamente incapaz de reconocer el sarcasmo y Eckhart solía divertirse a sus costillas. Sin embargo, esta vez el joven sorprendió lo sorprendió sacando de uno los bolsillos de su bata, un manojo de llaves que sostuvo con orgullo frente a él.

—Laurens, ¿Qué estás haciendo? —preguntó al sentir que el joven lo liberaba de las ataduras y luego ponía una mano sobre su hombro.

—Gracias —dijo el muchacho con sinceridad —por haberme elegido, aprendí mucho de usted y quiero que, así como yo, usted también sea libre de las ataduras de la oscuridad.

Al escuchar estas palabras, Eckhart sintió una punzada aguda en el estómago y descubrió que Laurens, torpe y nervioso, era tan transparente que había ignorado el hecho que no podía mirar a través de su mente.

—Vamos doctor, coma algo y espere la señal, pronto esto se volverá un caos —dijo el muchacho dando una fuerte palmada en el hombro, sonriendo con complicidad y avanzando hacia la salida.

Contigo Hasta El FinalWhere stories live. Discover now