I. Caprice

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Desde lo alto de su balcón, contemplaba con aburrimiento la masa de cuerpos engarzados en placeres abominables. Algún tiempo atrás, él también participaba en aquellas orgías interminables. Sin embargo, eso había cambiado ¿Hace cuánto tiempo? Unos días o miles de años, no puede decirlo con certeza, el tiempo en Alagadda es engañoso.

El resplandor amarillento de sus ojos oscuros se había desviado de la escena en el salón y se perdía en el horizonte.

¿Cuándo?

Aquella tarde, como podría olvidarla, cuando un extraño vino de un mundo lejano y capturó su atención.

†††††

Ataviado de negro absoluto, una larga capa lo cubría por completo y bajo la capucha una máscara de cráneo de un cuervo blanco impoluto. El hombre se abría paso entre las multitudes con pasos cautelosos, como un testigo silencioso, evitando ser parte del baile, los banquetes y la orgía.

La sobriedad en el atuendo y lo reservado del individuo, contrastaban con el ambiente alegremente festivo de la ominosa ciudad de Alagadda, pero nadie más que el Lord de la Máscara Angustiada le prestaba atención.

Curioso por conocer la historia y asuntos de aquel hombre, le llamó con la mente, guiando sus pasos ante su presencia. El hombre obedeció dócilmente, cruzando los laberintos de la ciudad hasta las estancias y se detuvo detrás de la puerta.

― Se que estás ahí, adelante, tienes mi permiso para pasar.

El hombre pareció titubear ante la encantadora voz del Lord resonando con más fuerza en su cabeza, ahora que se encontraba a unos pasos de él.

―Bienvenido viajero ―volvió a hablar, está vez con palabras audibles cuando el hombre de la máscara de cuervo apareció frente a él en la habitación.

― ¿Quién eres? ―fue lo que el Lord obtuvo por respuesta.

―Por el Rey, que terribles modales, es costumbre que los visitantes se presenten primero ante sus anfitriones ―divertido, el Lord respondió con su tono más dramático sin dejar de observar a su invitado.

―De dónde vengo, es de terrible educación husmear en la psique de otros sin su consentimiento expreso.

Touché, mon ami ―sonrió por debajo de la máscara, pocos eran capaces de discernir entre los pensamientos propios y los implantados por la esencia del Lord Negro. Abandonó el lujoso trono de terciopelo rojo, para acercarse al recién llegado.

Fue entonces que el doctor se dio cuenta que no estaba hablando con cualquier persona. La figura alta, ataviada con una capa con ribetes dorados y, abundantes y pequeños adornos brillantes del mismo color resaltando sobre el negro abismal de la tela. Sobre su rostro una máscara de porcelana blanca, con expresión afligida, que, aunque simple en decoración emitía un aura inquietante y poderosa, imposible de ignorar.

Excuse-moi, no pretendía ser grosero― contestó bajando la cabeza en señal de respeto.

―Disculpado― respondió la figura alta y caminó a su alrededor, mirando de arriba a abajo, mientras sostenía su barbilla en actitud deliberante antes de volver a hablar.

― ¿Y entonces? ¿Quién dices que eres? ―cuestionó luego de que el hombre con la máscara de cuervo, opusiera resistencia a la intrusión en su mente.

―Mi nombre no tiene relevancia ―dijo, con la certeza que para el otro sería insignificante ―Soy solo un médico en busca de conocimiento.

― ¡Ah, un hombre de ciencia! ― exclamó complacido el Lord. Eso explicaba la alta resistencia a la persuasión común, la gente inteligente por lo regular requería métodos más sofisticados y específicos para ser manipulada.

Contigo Hasta El FinalWhere stories live. Discover now