Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Las semanas siguientes, Aurora se encontró leyendo sus libros favoritos una y otra vez encerrada en la biblioteca de su hogar la mayor parte del día.
Vio a Draco algunas veces durante la cena, ya que él también estuvo bastante ocupado en la oficina del señor Sinclair perfeccionando sus habilidades en pociones.
Sonja fue de visita un par de veces, y ambas chicas disfrutaron largas caminatas por el centro de Londres, la ciudad muggle que quedaba a unos 45 minutos de la Mansión Sinclair.
Fue uno de esos días que ambas chicas pasaron fuera de una cafetería con grandes ventanales que daban a la calle, y Aurora se percató de una cabellera llamativa que sólo podía pertenecer a una persona.
Era Draco.
Y no estaba solo.
Sonja le explicó a la castaña que aquella chica sentada con el era Astoria Greengrass, la hermana menor de Daphne.
Una chica de facciones finas, como una princesa. Traía vestimenta fina y tenía unos ojos verdes que cautivaban aún a la distancia.
Si bien Aurora se hizo la desinteresada en ese momento, aquella escena que presenció inundó sus pensamientos cuando se fue a dormir.
Se preguntaba repetidas veces el por qué aquel momento no dejaba su cabeza.
Algo en ella le dijo que sólo era la envidia, envidia de ver a una pareja feliz compartiendo un momento romántico.
Había pasado mucho tiempo desde que Aurora sintió algo así de lindo por alguien, algo que fuese mutuo.
Pero muy en el fondo, ella sabía que esa no era la razón.
Aurora se encontraba sentada a la orilla del lago en frente de su casa, sus piernas desnudas siendo acariciadas por el pasto bajo ella.
—¡Hermanita! —la voz de sus hermanos la hicieron dar un pequeño salto del susto.
Ella les sonrió de inmediato al ver como se acercaban.
—Imbéciles, me asustaron —rodó sus ojos con una sonrisa, y volvió su vista al gran lago.
Sus hermanos procedieron a sentarse a cada lado de ella.
—¿Qué te tiene tan sola y deprimida aquí? —Thomas pasó su brazo por encima de su hombro, y ella por instinto inclinó su cabeza hasta dejarla caer sobre el suyo.
—¿Deprimida? Sólo estoy disfrutando de una linda vista por aquí, no sé de qué hablas —contestó, con un tono algo borde.
—Uh uh —Sawyer negó con la cabeza— ¿Es ese momento del mes? —la codeó, causando que ella soltara un quejido de dolor.
Aurora golpeó su pecho, enojada.
—Cada día me sorprende más tu estupidez, ¡y se supone que yo soy la inmadura! —bufó.
