Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Pasó una...
Dos...
Tres...
Cuatro semanas.
Un mes, mejor dicho.
Ya se acercaba Diciembre — quedaba una semana para que llegara. Draco jamás se había sentido así.
Ver a Aurora en los pasillos era una tortura — se sentía de alguna manera, peor que el cruciatus. Pero él sabía que tenía que hacerlo.
No iba a poner en riesgo a la persona que le trajo más felicidad en meses, que lo que sintió en toda su vida. Pero dolía — claramente dolía.
No poder besarla, abrazarla, decirle lo hermosa que es cada hora porque él sabía que ella misma no pensaba que era así de hermosa.
Draco hubiese dado lo que fuera porque ella se mirara con sus ojos, y así ella al fin se daría cuenta de por qué él no la merecía.
Aurora no se encontraba mucho mejor que Draco. No recibía cartas de su padre desde que le dijo que se iría del país — y estaba preocupada.
¿Cómo no podría estarlo?
Susan y su padre bien podrían estar muertos y ella ni enterada.
Ella y Draco no habían intercambiado palabras. Su tristeza, de un modo un otro, ahora era pura furia y rencor.
¿No le dijo él tantas cosas lindas?
Cada vez estaba más convencida de que todo había sido un retorcido juego para poder acostarse con ella... pero algo en sus ojos aún le daba esperanza de que todo había sido real.
A pesar de llevar un mes sin hablar, ella parecía quererlo cada día más. Y dolía.
En clases era lo más incómodo, pues no había manera de evitarse el uno al otro.
En cada clase, ambos se miraban por unos dos segundos, antes de que Draco murmurara algo sobre la poción, para después irse a otra mesa.
Lo que más le extrañaba a Aurora, era el hecho de que el platinado lucía cada vez más miserable.
Sus ojeras cada vez eran más notorias, mientras que su mirada perdida en cada comida lo hacía lucir como la depresión en persona.
Lo único que quería hacer ella, era acercarse y preguntarle qué le pasaba — abrazarlo, besarlo.
Pero lamentablemente, el orgullo de Aurora era demasiado. Si él le pidió que se alejara, ella no volvería a buscarlo. Eso aprendió de su relación anterior, y no se dejaría humillar nuevamente.
Ella pensaba que, si él fue el que terminó todo, era simplemente porque quería lidiar con eso solo.
Con el tema de Nicholas, todo había vuelto a la "normalidad."
