Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Después de ese día en Pociones, Aurora y Draco casi no pudieron verse.
Ella había estado ocupada estudiando para sus exámenes y haciendo los extensos trabajos se DCAO, y Draco estaba muy ocupado revisando los exámenes y trabajos de todas sus clases.
Era ya día viernes, y decir que la semana fue agotadora era una subestimación. Aurora y Sonja pasaron prácticamente toda la semana en la biblioteca investigando sobre un trabajo que Flitwick les dejó.
—Aurora, se me quedó mi varita en la biblioteca... —comenzó a decir Sonja, haciéndole pucheros a su amiga.
Ambas ya iban a mitad de camino de vuelta a su sala común, y era casi el toque de queda.
—¿Acaso tus piernas no funcionan? —bufó Aurora, poniendo sus ojos en blanco.
Su amiga le golpeó el brazo suavemente, para después agarrarla del brazo y detener su caminata.
—Porfavoooor —rogó ella, en un tono de súplica—. Le prometí a Laura que iría a acompañarla a hacer algo, y voy atrasada.
Aurora vio como las mejillas de la pelirrosa se tiñeron de un color rosa, y rio.
Rodó los ojos, y suspiró moviendo la cabeza.
—Bien, pero pasa a dejar mi bolso al dormitorio, me está pesando —dijo ella, quitándose el peso del hombro y entregándoselo a su amiga.
Sonja sonrió, prácticamente brillando de felicidad.
—¡Gracias, gracias! Eres la mejor.
Le agarró la cara y comenzó a darle besos en sus mejillas.
Aurora la apartó, limpiándose la piel exageradamente con una expresión de asco que sacó una carcajada de su amiga.
—Ve, anda con tu novia —le dijo en un tono de burla y moviendo su mano señalándose que se fuera.
—¡No es mi-
—¡Nos vemos! —dijo, interrumpiéndola, para luego girar sobre sus talones y volver hacia la biblioteca.
—Por su puesto que iba a olvidar su varita, maldita idiota —se susurró para sí misma, mientras caminaba a paso rápido por los fríos y tenues pasillos del castillo.
Cuando llegó, ya quedaban diez minutos para que cerraran el lugar, lo que agradeció para sí misma.
Le dio un pequeño saludo a Madam Prince, la cual le advirtió sobre el poco tiempo que tenía.
Aurora se dirigió rápidamente hacia la mesa en la que habían estado minutos antes con su amiga, pero unas risas a la distancia llamaron su atención.
Específicamente, su risa.
Ella fue a pasos cautelosos hacia el origen de esa voz que tanto le gustaba, y pudo notar que no estaba solo.
