Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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—¿Puedes caminar? —preguntó Draco, aún con un tono preocupado en su voz.
—Yo creo que sí, de verdad no tienes que ayudarme, puedo ocuparme de este problema- ¡Ouch!
Aurora soltó un pequeño grito de dolor, y Draco sólo la observó con una expresión divertida en su rostro.
—Ya veo, lo tienes completamente bajo control —dijo en un tono sarcástico.
Ella rodó los ojos, mientras volvía a hundirse en el asiento. Él se agachó un poco, y se acercó a la chica.
—Ven, deja de ser tan terca y déjame ayudarte —le ofreció su mano, la cual ella miró, algo dudosa.
—De verdad no tienes que hacer esto sólo porque mi padre te lo dijo, sólo esperaré al que dolor pase e iré a arreglarlo yo misma, me pasa por andar descalza —bufó.
—No lo hago porque él me dijo, lo hago porque quiero ayudar, ahora... —agarró su mano, empujándola fuera de la silla y atrayéndola hacia él— ...deja de ser tan orgullosa, y déjame curarte eso.
Ella asintió, resignada, y él se agachó un poco para que el brazo de Aurora pasara sobre sus hombros. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el brazo de Draco pasó por su espalda baja para agarrar con fuerza su cintura.
Ambos se dirigieron en silencio hasta las escaleras, mientras la castaña cojeaba evitando pisar con su pie herido. Al llegar, trató de subir el primer escalón, pero fue casi imposible.
Soltó otro gemido de dolor al intentar subir por segunda vez.
—Tendré que llevarte hasta arriba —dijo él.
Ella lo miró, sin saber exactamente qué decir.
—De verdad puedo subir, no es necesario que...
—Permiso —la interrumpió.
Aurora soltó un sonido de sorpresa cuando de un momento a otro, Draco ya había pasado su brazo libre por debajo de sus muslos, y reaccionó de inmediato agarrándose con ambos brazos alrededor de su cuello.
El olor de su colonia invadió sus fosas nasales, casi embriagándose en su esencia.
—Idiota —murmuró para si misma.
—¿Qué fue eso? —rió él, mientras subía las escaleras sin dificultad.
—No sé de qué hablas —respondió, mordiéndose el labio para esconder su sonrisa.
Escuchó como el platinado murmuraba algo, a lo que ella lo miró con curiosidad.
—¿Dijiste algo? —preguntó la chica.
—No sé de qué hablas —respondió él, con una sonrisa algo coqueta asomándose en sus labios.
Aurora miró hacia el frente, y vio que ya estaban en el segundo piso. Draco no la bajó de sus brazos en ningún momento, como ella supuso que haría, sino que se dirigió al baño que se encontraba a mitad del pasillo.
