[kisses]

237 12 0
                                    

Jeon JungKook nunca se había detenido a pensar si estaba viviendo la vida correcta, si sus padres lo habían cuidado de la manera más óptima, o si estaba a punto de hacer lo apropiado. JungKook siempre había sido muy seguro de sí mismo y de lo que era capaz. Nunca cuestionó si seguiría el camino de sus padres como inversionista o si buscaría una pasión, si esperaría a enamorarse o si su familia lo pondría a la disponibilidad de un matrimonio arreglado. Todo siempre pasaba sin que él se diera cuenta y lo aceptaba totalmente porque era muy complaciente con sus progenitores.

Esas eran las tonterías que creía la gente perteneciente a su círculo social, una porquería llena de sinsentidos, eso es lo que interpretaban los demás del honrado hijo Jeon JungKook, el alfa perfecto, el hijo bien educado, el prometedor futuro de la nación.

Algunos lo odiaban por ser bueno en muchas cosas, a los padres de sus compañeros de la universidad les caía de maravilla y la mayoría de lobos quería atraparlo para convertirse en poseedor de un magnífico título, para pertenecerle. Era el alfa que nunca tendría punto de comparación.

Pero la verdad era que JungKook era todo lo contrario.

A él le gustaba esto o lo otro, hacia eso y más, media y contaba los segundos de su tiempo y lo desperdiciaba, se mantenía sobrio o ebrio, sobre tierra firme o en arena movediza según lo que se le indicara. Prácticamente lo que dictara el universo era lo que debía hacer, y se tomaba su tiempo en no ser despreocupado, en lo absoluto, porque se acoplaba a lo que se le pidiera. Él se responsabilizaba de sus quehaceres, de su trabajo, de su conocimiento, y podría parecer que se lo lleva la corriente, pero él solo es muy correcto, correcto al creer que todo lo que dicten sus padres es lo correcto, correcto en creer que las cosas sucedían de un modo debido al destino. Él ambicionaba su futuro y planeaba sus victorias, mas tenía completamente comprendido que si terminaba en derrota, también podía intentarlo de otra manera.

JungKook podría parecer a ojos de muchos un perdedor, hijo de papi y un cachorro completamente condescendiente, y él opinaría con una fría mirada y maneras toscas que sí, que es verdad que es un fracasado estoico, pero así es como funcionan las cosas para él y nunca jamás ha fallado, a menos que se presente aquella excepción a sus reglas de obediencia:

En el caso dado de fallar, el perdedor solo intentará las cosas hasta una tercera vez y si volvía a fallar, entonces no recibiría una nueva oportunidad.

Así era JungKook, alguien que vivía su vida basada en las decisiones de los demás, de sus padres, viviendo a la expectativa ajena, como todos lo hacemos de alguna manera, ¿no?

Por lo tanto, ese mismo hombre moldeable entendía este preciso momento, cuando estaba siendo presentado con uno de los hijos de los socios de la junta directiva a la que sus padres respectivamente formaban parte. Ellos eran grandes inversionistas pero a diferencia de los integrantes de la junta, no poseían grandes comercios ni empresas, solo poseían su magnífica y, hasta cierto punto, dolorosa riqueza, pues no solo habían invertido en los mejores negocios, sino que todos y cada uno habían sido altamente lucrativos. Uno pensaría que les alcanzaría el dinero que tenían, —que incluso podría alimentar con holgura dos generaciones más de la familia—pero fue hace unos dos años que codiciaron obtener su patrimonio de una forma más directa, manejada exactamente por ellos para agrandarse mucho más.

Por eso hoy se encontraban regalando la mano de su hijo al mejor postor, pero no ha de suponer mayor revuelo, es algo común en su mundo de contratos por conveniencia.

—JungKook es un muy buen chico, muy buenos modales y tiene ese porte protector que todo alfa debería llevar.—alabó el hombre, el padre del próximo a ser prometido de su adorado hijo. Un señor en sus cuarentas con un aspecto de coreano adinerado pero común, lúcido y con una capacidad increíble de ver el potencial, un don para sacar lo mejor de cualquier negocio, era una buena persona dentro de lo que ese mundo permitía, y su hijo parecía ser igual a él, aunque se podía notar que llevaba en sus ojos aquel fulgurante reto y osadía, como demostrando que era alguien sagaz y competente. El hombre termina, muy convencido de sus palabras, asintiendo mientras observaba al mencionado llevar una conversación trivial con su hijo lejos de ellos. —Me gusta para mi hijo.

Lovey-Dovey 💕 KookTaeWhere stories live. Discover now