Capítulo 31 - Huevos

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Ese sábado, al día siguiente de la audiencia, Rita apareció muy temprano para llevarme al laboratorio

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Ese sábado, al día siguiente de la audiencia, Rita apareció muy temprano para llevarme al laboratorio. Con todas las cuestiones legales yo hasta me había olvidado de que había acordado con Rita congelar mis óvulos En esos momentos, yo no estaba tan interesada en el procedimiento, pero ella parecía tan entusiasmada que me resultó imposible retractarme.

Mi mente estaba perdida, intentando imaginar como iba a ser la prueba del polígrafo. Llegamos al instituto que estaba casi desierto ese día, veía a la doctora hablar sin parar, ir de un lado a otro preparando todo, una bata blanca, mi cuerpo desnudo por debajo, una camilla, las luces desfilando sobre mis ojos, las puertas del quirófano abanicándose detrás mis pies, agujas, la mascarilla, «respira profundo», mis ojos pesados cerrándose.

Al despertar, Evan me sacudía desesperadamente mientras yo intentaba desprenderme del pesado sueño de la anestesia.

―¡Despertáte! ¡¿Qué te pasó, que te hicieron?!

―Nada Evan, calma ―trataba de decirle con mi voz torpe y adormitada.

Él no hizo caso, quitó la sábana que me cubría y sentándome, me envolvió con ella. Se disponía a tomarme en brazos cuando la doctora apareció en el umbral de la puerta de la habitación.

―¿Qué está pasando? ―preguntó ella.

― Usted dígame, que le hizo!? ―dijo Evan en tono agresivo.

La doctora solo rodó los ojos. Yo apenas podía moverme, los músculos me pesaban, mi mente estaba perezosa, pero como pude me desenredé de la sábana y tomé el brazo de Evan.

―No pasa nada―le dije―, solo dame unos minutos y te cuento todo.

Evan retrocedió un poco y yo volví a desplomarme en la cama. Rita entonces se aproximó y haciendo a Evan a un lado, me ayudó a acomodarme de nuevo.

―Ada necesita descansar ―dijo Rita evidentemente molesta―, y vos patojo, necesitas preocuparte de tus propios asuntos.

―No importa ―dije.

―Si importa Ada, es tu cuerpo, no le debés explicaciones a nadie, ninguna persona y ningún gobierno debería negarte el derecho de decidir sobre tu cuerpo, ―dijo mirando a Evan―, de hecho, dado lo incierto que es tu situación legal actualmente, yo que vos pensaría bien con quien hablo.

―Evan ya sabe lo de mi clasificación ―dije.

Evan y la doctora se miraron entre sí con ese aire intimidante que ambos sacaban a relucir de vez en cuando, yo me quedé observando el duelo en medio del estupor de los sedantes que la doctora Cantil me había administrado.

―Tengo que regresar al laboratorio ―dijo la ella finalmente―. Sé discreta con esto, al menos hasta que consigas el asilo ―me recomendó y salió de la habitación.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora