Capitulo 15 - Polos Opuestos

31 4 3
                                    

Unas siluetas extrañas aparecieron en el horizonte al atardecer del cuarto día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Unas siluetas extrañas aparecieron en el horizonte al atardecer del cuarto día. Evan inspeccionó la formación con los binoculares:

―Una frontera ―dijo afligido.

Me dio los binoculares y pude confirmar que las extrañas siluetas no eran más que un montón de estaciones de peaje, autos, edificios y un enorme puente que evidentemente habían sido atacados en algún momento.

―¿Cuánto marca de radiación? ―Preguntó.

Revisé el Geiger y para mi sorpresa el nivel de radiación se había disparado drásticamente comparado con el cero punto tres que había registrado el día anterior en el río.

―Tres punto cuarenta y cinco ―dije preocupada.

―Es muy alto, vamos a tener que tomar otra ruta y movernos rápido para alejarnos de esta zona lo antes posible.

―¿A dónde?

―A la costa, por allí pasé antes.

―¿Allí hay no hay radiación?

―No tanta ―Respondió casi suspirando.

Me saqué la máscara porque de pronto sentí que me faltaba el aire, él me miró y preguntó:

―¿Peyote? 

Yo asentí con la cabeza, no podía hablar, mi cuerpo entero temblaba y mis ideas eran un remolino. Revisé mi tatuaje y las aves estaban oscuras, no tanto como yo esperaba pero definitivamente no tenían un color saludable. Evan comenzó a hablarme tranquilamente mientras partía y pelaba algunos trozos de peyote:

―Las costas ya estaban abandonadas cuando se intensificó la guerra, muchas ciudades ya estaban sumergidas por el deshielo, nunca las bombardearon, por eso hay menos radiación en ellas.

―¿Dónde estamos?

―En Texas, llegando a México ―Me acercó su navaja con un trozo de peyote.

Comí sin apartar la vista del horizonte, con tantos pensamientos revoloteando en mi cabeza el bocado no me supo a nada. Evan continuó.

―No hay por qué tener miedo, solo vamos de paso.

―No sé si puedo con esto ―dije sin intentar disimular mi angustia―. Ya sé que no quieres contarme nada sobre el lugar a donde te diriges pero tengo que saber... tu y yo obviamente somos diferentes, yo nunca había estado expuesta a tanta radiación, a tanto sol, a lo mejor para ti es normal y seguro, pero para mí no, creo que debo regresar.

Estaba temblando, mi garganta y mi estómago se sentían como nudos, tenía los ojos húmedos a punto de desbordarse e inconscientemente comencé a palpar los bolsillos de mi uniforme buscando la morfina. La píldora estaba dentro de una de las bolsas de mi pecho, pero cuando iba a tomarla, Evan tomó mi muñeca suavemente y luego puso su otra mano extendida contra la mía para compararlas.

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora