Capítulo 33 - La Espera

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Tic toc, tic toc, había un reloj de pared en mi apartamento, la mamá de la doctora había vivido allí sus últimos años y Rita aún conservaba bastantes antigüedades. En mi colonia todo era digital, así que yo no estaba acostumbrada a ese sonido.

El tic toc me volvía loca de día y de noche, especialmente por que yo no hacía más que esperar. Tenía que esperar dos semanas para hacerme la prueba de embarazo, tenía que esperar a que mi abogada y el Consejo del pueblo decidieran que hacer conmigo porque cada día tenían una posición distinta; no querían la prueba del polígrafo, ni darme asilo, ni dejarme ir.  Patricia era una abogada feroz, quizá alguien más habría cedido un poco para resolver al asunto rápido,  pero ella se negaba aceptar cualquier acuerdo que a su parecer me perjudicara o violara mis derechos, no porque yo le importara, sino para mantener su reputación.

Pero lo más enloquecer era esperar a que Evan me visitara. Todos los días él desayunaba con su familia y luego, cuando todos se marchaban a sus respectivas actividades, él iba a verme. Yo volvía a la vida cuándo él llegaba.

Por lo general salíamos a caminar, recorríamos las calles visitando sus lugares favoritos, una hora o dos vagando sin rumbo hasta que nos daba hambre. A veces comprábamos en el mercado cosas para cocinar según las recomendaciones de Rita, otras veces comíamos fuera para que mi estricta doctora no nos regañara. Yo estaba extasiada con todas las cosas que vendían en Tze Kyaq, a pesar de haber crecido en los jardines, había tantas cosas que jamás había visto o probado. Las sangrientas carnicerías eran todo un espectáculo para mi, macabro, fascinante,  delicioso, Evan me había vuelto adicta a la carne.

El aire siempre era frio en el pueblo de los palos rojos, por lo general yo salía bien cubierta, con gorro, guantes y lentes para sol, pero aun así, muchas veces la gente me miraba raro. Por suerte el hombre mono siempre lograba hacerme sentir segura.

Evan me acompañaba de regreso a casa y veces se quedaba un rato a ver televisión, pero siempre se marchaba antes  de que oscureciera y yo me quedaba vacía hasta que Rita y Willie regresaban. Sus horarios eran inconstantes, pero cuando llegaban me llamaban para que fuera a comer con ellos.

Rita y Willy eran agradables, no me hacían muchas preguntas, les gustaba hablar y a mí me gustaba oírlos. Siendo tan inteligentes, bastaba un pequeños dato para que ellos hablaran por horas; analizaban cada parte, construían y deconstruían conceptos, especulaban, reflexionaban, discutían. Me recordaban a mis padres.

Rita estaba a  tres o cuatro semanas de dar a luz y parecía un pozo sin fondo cuando comía. Yo la escuchaba quejarse de todas sus molestias y cuando veía sus pies hinchados y su ombligo saltado me daban ganas de que la inseminación fallara. Convivir con ella me ponía muy sensible y es que, cerca de ella yo no hacía más que pensar en Angy. Me daban ganas de volver a la Catedral, de poder  abrazarla de nuevo, de compartir con ella lo que estaba viviendo, pero los tic tocs de reloj seguían pasando sin que me quitaran el grillete del tobillo.

No lo soportaba, aun teniendo un techo sobre mi cabeza, comida sobre mi mesa y personas que me cuidaban, yo me sentía inmensamente inquieta. Solo deseaba salir de tanta incertidumbre.

Evan también parecía muy tenso, de hecho las cosas estaban raras entre nosotros, la pasábamos bien juntos, pero había momentos de silencio muy incómodos y pesados. Yo hacía como que nada pasaba porque en el fondo me daba miedo molestar al mono y que terminara alejándose, sentía que él era todo lo que tenía en aquel lugar.

Aun a pesar de mi cautela, Evan desapareció durante algunos días, simplemente no fue a verme ni supe nada de él. Fue muy duro para mí, sobre todo porque me imaginaba que tenía que ver con Isabel y aunque me mataban los celos, yo no podía hacer nada. 

Ada y EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora