Capítulo 9

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  Estaba casi segura de que había dicho la verdad. Él no sonrió, pero su mirada era muy intensa.
   -Yo no estoy tan seguro -escuchándola respirar, se iba irgiendo poco a poco.
   -Bueno, tendremos que hablar un poco.

  Katherin se bajó del coche. Con la mente agitada echó a andar por el sereno polvoriento. Se decía a sí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Mathías sacó la cesta de la comida del maletero, ocupado con sus propios pensamientos, llega hasta ella. Dudó un momento y luego le cogió la mano. Aquel gesto sencillo le hacía sentirse bien. En silencio, cruzaron un olivar. El sol caía con fuerza sobre las hojas y el suelo, ya no sé oía el rumor del mar, pero cuando el vienti llegaba de la dirección correcta; si se podían escuchar los gritos de las gaviotas. La isla era relativamente pequeña, pero aquel lugar parecía deshabitado.
   -No he comido en el campo desde hace años -dijo extendiendo el mantel-. Y nunca lo he hecho en un olivar.

    Mathías sacó de la cesta una botella de vino blanco, y Katherin se encargó de sacar la comida. Ella miró a su  alrededor queriendo grabar en su memoria cada detalle.
   -¿Conoces al dueño?
   -Está hablando con él.
   -Suena muy romántico tener un olivar.

  Mathías ya tenía varios olivares, pero nunca e había imaginado que fuera algo romántico. Sólo se trataba de un negocio más. Le ofreció un vaso de vino y brindaron.
   -Por lo romántico.
   -Espero que tengas hambre -dijo ella sabiendo que hablaba demasiado deprisa-. La comida tuene un aspecto formidable.

   Bebió un trago para refrescar la garganta que de le había secado y continuó sacando cosas de la cesta. Había olivas negras del tamaño de un dedo pulgar y un gran trozo de queso, cordero, pan y frutas. Poco a poco se fue tranquilizado.
    -Me has dicho muy poco de ti misma. Lo único que sé es que eres de Canadá y que te gusta viajar.
    -No hay mucho más. Crecí en Canadá; perdí a mis padres cuando era pequeña y me fui con mi tía Jenni, muy cariñosa conmigo y me ayudó a superar su pérdida.
   -Es doloroso -dijo él recordando no sólo por el dolor sino la furia que había sentido al morir su padre, dejándole huérfano a los dieciséis años-. Esas cosas te roban la infancia.
    -Es verdad -dijo sintiéndose más cercana a él-. Quizá sea el motivó por el que me gusta viajar, siempre que ves un sitio nuevo vuelves a ser niño.
     -¿Y no quiéres echar raíces?
     -No sé que busco -mirándolo-.
     -¿Hay un hombre? -tomando su manobhaciendo que se acercara más a él-. ¿Ninguno?
      -No, yo... -no estaba segura de lo que iba a decir, pero se quedó muda.

  Él le dio la vuelta a la mano y le besó la palma, sintiendo así ella que su mano empezaba a arder y que el fuego se propagaba por todo su cuerpo.
   -Eres muy sensible. Si no hay ninguno, los hombres de Canadá deben de ser un poco lerdos.
   -He estado muy ocupada.
   -¿Si? -sonrió levemente al ver que la voz de ella temblaba y había pasión en su mirada-.
   -Si -temía de hacer el ridículo, retiró la mano y se la pasó por el cabello-. Todo esto es precioso. ¿Sabes lo que necesito?
    -No, dime.
    -Otra foto -dijo levantándose de solo un salto-. Un recuerdo de mi primera comida en un olivar, veamos, ponte allí. El sol es perfecto frente a ese árbol y podré encuadrar esa parte.
    -¿Cuánto espacio te queda? -con un tono divertido-.
    -No sé, pero te advierto que tengo más microSD en el hotel.

  Él observó como enfocaba y ajustaba la cámara con manos hábiles. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que podía sentirse atraído tanto pot su belleza como por su capacidad. Ella murmuró algo para sí misma y echó la cabeza hacia atrás dd forma que sus cabemos idearon por un instante. Mathías notó que el estómago se le encogía, la deseaba. Ella no había hecho nada que se sintiera tan tenso y ardiente. No podía acusarla de haber coqueteando con él y sin embargo se sentía tentado. Por primera vez una mujer que no había hevho nada más que ofrecerle compañía y unas cuantas sonrisas lo había seducido.
  Ella seguía charlando mientras acomodaba la cámara en el saliente de una rama del olivo. Hablaba como si fueran amigos, como si no sintiese más que un ligero afecto por él. Pero Bellgrini, sentía que le hervía la sangre cuando recordaba el fuego qhe había aparecido sólo por un instante en su rostro, quería verlo mil veces más.
   -Ahora pondré el temporizador. Sólo tienes que quedarte ahí. Una vez que ajuste esto correré hacia tí para que salgamos los dos en la foto. Si no he metido la pata, disparará sola y ...
   
  El resto del mundo se desvaneció cuando ella se echó a correr hacia Mathías, y éste la abrazó y capturó sus besos.

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¿Qué les ha parecido? jajajaja Cantarán "Aleluya" pero no todo acaba aquí.
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   Buenas noches✌😚
    
  

Impulso [+18] ©Kde žijí příběhy. Začni objevovat