Capítulo 23

18 7 14
                                    

  Ella se había envuelto en un albornoz y estaba haciendo las maletas cuando escuchó que llamaba a la puerta. Sacudió la cabeza y se secó las lágrimas para continuar su frenética tarea. No iba a abrirle para ser humillada de nuevo.

    -Katherin, esto es ridículo. Abre la puerta.

   De nuevo Mathías había perdido la calma. Golpeaba furioso la puerta mientras maldecía.

    Ignorándolo Katherin recogía botes y frascos para meterlos de cualquier manera en su bolso de viaje. Se repetía a sí misma que Mathías acabaría yéndose, pero no se daba cuenta de que había empezado a llorar. Después tomaría un taxi al aeropuerto para coger el primer avión que saliese.

   El sonido de la madera hecha astillas hizo que corriera hacia el salón a tiempo de ver cómo Mathías abatía la puerta.

   Pensaba que ya le había visto furioso antes, pero se había equivocado. En aquel momento lo veía en su cara. No acertó a decir nada mientras contemplaba tan pronto a Mathías como a la puerta hecha astillas.

    Alene apareció corriendo mientras se intentaba anudar el cinturón de su albornoz.

   -¿Qué pasa aquí?

   Mathías se volvió hacia ella y le dijo algo en un griego áspero y tajante. Alene abrió mucho los ojos y miró a Katherin con una expresión mezclada de compasión y de envidia, antes de retirarse ante el gesto imperativo de su patrón.

   -¿Crees que lo vas a arreglar todo alejándote de mí? -preguntó él, cerrando lo que quedaba de puerta.

   -Quiero... -dijo ella llevándose una mano a la garganta como si quisiera obligarse a pronunciar las palabras-. Quiero estar sola.

   -¡Al infierno lo que tú quieres!

  Dio un paso hacia ella, pero se paró en seco cuando Katherin se quedó encogida en el miedo. Él había olvidado lo que era hacer verdadero daño hasta aquel instante.

   -Una vez te preguntó si tenías miedo de mí y ahora veo que es cierto lo que negaste en ese momento.

  Para controlarse, metió las manos en los bolsillos del pantalón que se había puesto a toda prisa. Katherin parecía indefensa y aterrorizada, las lágrimas corrían por sus mejillas.

   -No volveré a hacer daño. ¿Quieres sentarte?

  Cuando ella negó con un gesto, él lanzó una maldición.

  -Entonces me sentaré yo.

-Sé que estás furioso conmigo -dijo Katherin cuando él se dejó caer en una silla-. Me disculparé si sirve de algo, pero quiero estar sola.

  Mathías entrecerró los ojos.

-¿Disculparte? ¿Por qué?

-Por... -Katherin se preguntaba qué otra cosa podía esperar  él que dijera-. Por lo que ha pasado. Por no haberme explicado. Por lo que quieras -continuó mientras las lágrimas arrastraban sus ojos-. Pero déjame sola.

  -¡Ay, Dios! -exclamó pasándose su mano por el rostro-. No creo que haya hecho nada más torpe en toda mi vida -dijo incorporándose, pero se detuvo cuando vio que ella se retiraba-. No quieres que te toque. No lo haré, pero espero que me escuches.

  Su voz era ronca y tuvo que aclararse la garganta.

  -No hay más nada que decir. Entiendo lo que sientes y por qué lo sientes. Preferiría que dejáramos el tema de una vez.

  -La manera en que te he tratado no tiene excusa

-No quiero disculpas.

-Katherin...

Impulso [+18] ©Where stories live. Discover now