Capítulo 14

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  El agua estaba fresca y clara. Katherin se sumergió con un suspiro de placer. En Canadá estaría en aquel momento sacando cuentas acompañada de la calculadora; sus números siempre cuadraban, sus informes siempre estaban bien archivados. La eficiente señorita Johnson en la que todo el mundo confiaba; y sin embargo, estaba nadando en aguas cristalinas, dejando que el mar la refrescara y el sol al mismo tiempo la calentara. Los libros de derivadas y los informes estaban a años luz de distancia. Al alcance de la mano había un hombre que le estaba enseñando todo lo que había querido sobre la fragilidad del corazón y sus anhelos.

   Katherin pensaba que él no podía saberlo. Dudaba que alguna vez reuniera el coraje necesario para decirle que él era el único hombre que le había hecho temblar. Un hombre que por fuerza tendría que sentirse incómodo sabiendo que entre sus brazos se hallaba una mujer sin experiencia. Pero no lo sabía, porque cuando estaba entre sis brazos no se sentía torpe. Se sentía hermosa y deseada. Riendo, se zambulló para dejarse llevar por el mar y por la sensación de libertad. ¿Quién lo hubiera creído?; se preguntaba.
 
  -¿Siempre te sonríes por tan poco?

Katherin se echó hacia atrás los cabellos mojados. Mathías nadaba a su lado  sin apenas perturbar la superficie. Tenía la piel de un dorado intenso que brillaba en el agua. El sol competía con reluciente de su pelo oscuro. Ella tuvo que reprimir el impulso de acercarse y acariciarte.

  -Una cala escondida, un cielo hermoso y un hombre interesante -dijo flotando sin esfuerzo-. A mi, no me parece tan poco, me he prometido a mí misma que independientemente de dónde esté o de lo que haga, no volveré a dar nada por seguro.

  -¿Te ha desengañado algún hombre?

  Ella tuvo que sonreír, pero él no podía saber que se reía de ella misma. Había salido con hombres, natural, por lo general se había tratado de tardes educadas y aburridas sin mucho interés por ambas partes. Katherin había sido demasiado torpe o al menos nunca había tenido el coraje suficiente como para desplegar las alas. Más de una vez había cumplido demasiado bien con su papel de "la eficiente señorita Johnson" como para salir del paso.

  Con él todo era distinto porque le quería. No sabía cómo o por qué, pero lo amaba.

  Era extraño que nunca había llegado a pensar de esa manera hasta que decidió dejar se obsesionarse con aquella responsabilidad, y aún más extraño que le fuera tan fácil contarle que nunca se había conocido a sí misma.

   Luego de hablar, jugar a quién dura más bajo del agua. Él sonrió con malicia. De pronto, rápido como un pez nadó hacia ella, la cuál sólo tuvo tiempo de gritar y tomar aliento. Él, la atrapó del tobillo perobesa vez estaba preparada. Sin oponer resistencia dejó que él la hundiera y entonces em vez de intentar ganar la superficie, se trabaron en una lucha submarina. Al punto que todavía estaban trabados cuando salieron de ella.

-¡Empate! -gritó ella buscando aire.

-¡De eso nada!
 
-Si estuviéramos sobre una lona te hubiera dejado fuera de combate. ¿Quieres que sigamos?

-Quizá -dijo sintiendo que sus piernas se trababan-. Pero por ahora prefiero esto.

   Mathías la quería besar otra vez. Lo veía en sus ojos, lo sentía en la tensión del brazo que les mantenía unidos. El problema no era que no estuviera preparada, el problema era que lo estaba demasiado.

   -¿Mathías?

   -¿Hum?

   Mathías podía sentir su aliento en los labios. Pero al momento desapareció de entre sus brazos. Estaba a punto de enfadarse con ella cuando emergió a unos cuantos metros de distancia. Su risa le llegó joven y desinhiba sin pedir disculpas.

    -Ha sido muy fácil.
 
   Pero tuvo que ponerse a nadar cuando él salió en su persecución. Quizá lo hubiera conseguido dada la ventaja que le sacaba pero parecía que Mathías había nacido en el agua, con todo, ella era ágil y casi consiguió eludible, pero la risa la traicionó; tragó agua y tosió. Él la agarró y de nuevo se enzarzaron bajo el mar.

   -Me gusta ganar -comentó ella-. Es un defecto personal, a veces hago trampa cuando juego a la canasta.

   -¿Canasta?

   -No puedo evitarlo -jadeando con la cabeza apoyada sobre su hombro-. Me falta fuerza de voluntad.

   -Yo tenía el mismo problema -y sin más palabras la arrojó volando por los aires-.

   -Supongo que me lo tenía merecido -dijo ella haciendo pie-. Pero ahora necesito sentarme.

  Avanzó por el agua hasta la cuesta suave de la playa donde dejó caer con la mitad del cuerpo en la arena. Cuando él se dejó caer a su lado, ella le cogió la mano.

  -No me acuerdo de haner pasado nunca un día tan estupendo, gracias Mathías.

  -Ya se está acabando.

   -¡Lástima! Parecía que iba a durar siempre.

Ella sin dudas quería quedarse allí, toda la vida riendo bajo el cielo azul, la frescura del mar y las horas interminables. Había conocido un tiempo en el que los días se convertían en noches sin que ocurriera nada.

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🌟Hola!!!
   ¿Qué les ha parecido el desarrollo de este capítulo? ¿Les gusta la playa?💭
    A mí me encanta.

 

Impulso [+18] ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ