DECIMO SEGUNDO CAPITULO

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Al otro día antes de llegar a la oficina fue a resolver lo del regalo que quería para Isabella.



Cuando llegó a la tienda de chocolates, ya tenía en su mente la idea desarrollada a plenitud, pero para llevarla a la práctica necesitaría la ayuda de un asesor.

-Hola señor, ¿en qué puedo ayudarle? Se le acercó una empleada de la tienda.


-Oh, es que quiero darle un regalo especial a mi... a una mujer muy especial.


-Ahhhh ya entiendo, ¡quiere convencerla!


-Pues más o menos, al menos ayudarme a hacerlo jajaja, dijo Alex un poco emocionado.


-Ok, pues dígame que es lo que tiene en mente, o quiere hacer y vemos cómo ayudarle.


Entonces Alex le explicó su idea de que quería una pieza gigante dividida en exactamente 62 pedazos de chocolate blanco en forma de rompecabezas, con una inscripción cada uno y en un envase individual de color rojo escarlata, con la misma palabra impresa para que formaran una estructura exacta cuando estuvieran todas las partes juntas. Le dijo que deseaba que llegaran diariamente a casa de Isabella y le dio su dirección.


-Bueno señor, la verdad es que es una idea única ¡jamás oí de algo así! Estoy segura de que si esa chica aún no estaba convencida, después de esto no dudará, dijo la representante de ventas sorprendida.


-Recuerde por favor, el primer paquete debe llevar la nota  que le acabo de entregar, ya que si no lo hace, ella no entendería de qué se trata. Y que si es posible me gustaría que empiecen las entregas desde este lunes.


-¡Claro sr. Bourdierd, pierda cuidado! Todo saldrá perfecto.


-Muchas gracias dijo Alexander y se dirigió al área de caja con la factura que había recibido de la joven que lo ayudó.


Alexander se marchó en camino a la empresa. Al llegar se encontraba de excelente humor y saludaba a todos muy amablemente.

Tomó el ascensor rápidamente, le urgía ver a Isabella y sabía que ella ya había llegado pues vio su auto en el estacionamiento. Ella se encontraba de espaldas mirando por el gran ventanal, caminó hasta dentro de su oficina sin hacer ruido y la abrazó por la espalda diciéndole al oído:

-¡Hola preciosa! Ni te pregunto cómo estás porque te ves tan linda como siempre.


-¡Hola niño bonito! ¿tú como estás? le saludó alegremente.


-Bien, muy bien y ahora que te veo, ¡mucho mejor! le dijo volteándola para besarla en los labios por unos segundos.


-¡Me encanta comenzar así el día! dijo ella al separarse del  beso.


-¡Y a mi me encantan todas las mañanas porque significan que te veré de nuevo!



-Pues eso está genial porque tendrás que soportar mi cara por unos cuantos días más, le sonrió.-Uffff, ¡por mi que fuera toda la vida! Oye, pero ya hablando en serio, tú y yo tenemos un tema pendiente.


-¿Ah si? preguntó ella haciéndose la inocente.


-Sabes perfectamente a lo que me refiero, lo que dejamos  sin terminar en el ascensor, le dijo Alex bajando el tono y mirando a todos lados para hacer más dramática la situación.


-Mmmmh, pero ahí no quedó nada sin terminar Alexander, ¿o si? dijo ella provocativamente. Él se le acercó a escasos centímetros de la cara respondiéndole:


-¡Con que quieres jugar ese juego, ah! ¡Está bien! Dame dos meses, ya verás. Y diciendo esto, se marchó a su oficina. Dejando a Isabella en medio de suspiros mientras pensaba:


-¿Cómo puede ser tan perfecto? ¡Cómo!Por dentro moría por saber qué haría Alex para convencerla en los siguientes dos meses.

El Amor Que No SoñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora