DECIMO NOVENO CAPITULO

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Aunque no durmieron nada prácticamente la noche anterior, era día de trabajo y tocaba ir a la oficina y Alexander no tenía nada que ponerse ya que amaneció con Isabella, ante esto ella le propuso:


-Come algo, báñate y haz lo que quieras mientras voy por algo de ropa para ti a la tienda que está cerca de aquí.


Ella ya se había levantado, preparado desayuno para ambos y estaba lista, él seguía en la cama.


-No me molestaría esta vida, le dijo mientras la miraba feliz.


-¿A qué te refieres? preguntó ella.


-Bueno, en primer lugar irme a dormir y amanecer todos los días a tu lado, es lo mejor de todo, que te preocupes por mí, pero sobre todo ver tu sonrisa que me llena la vida.


Al escuchar lo último Isabella se le echó encima riéndose mientras lo besaba. Se levantó, arregló la ropa y le dijo desde la puerta:


-Tienes razón, a mi tampoco me molestaría que seas lo primero que vea cuando abra los ojos.


Diciendo esto se marchó, al llegar a la tienda se apresuró a buscar el departamento para hombres, cuando estuvo allí y pudo procesar todo lo que estaba pasando, se dio cuenta que por primera vez compraría ropa para alguien que no sería ella misma y que Alexander era el dueño de muchas primeras veces en su vida. 

Se sintió madura, como una mujer que compra cosas para su esposo, y se sorprendió al notar, que en realidad, el sentimiento no le disgustaba.


Eligió una camisa de color blanco con detalles azules y un pantalón de ese mismo azul, se fue a la caja, pagó y volvió a su auto rogando que a Alex le gustara lo que le llevaba.


Cuando llegó lo encontró caminando por la sala con la toalla de baño envuelta en la cintura y tomándose un vaso de jugo. No pudo evitar contemplar su casi perfecta figura, le dieron ganas de arrancarle la toalla, pero eso volvería todo atrás y ya iban retrasados, río ante el pensamiento, dándose cuenta de que no era algo típico en ella. Luego de observarlo unos segundos le dijo:


-¡Ya volví! Te traje lo que visualicé te quedaría mejor, espero que te agrade, y le pasó la bolsa con la ropa.


Alexander la abrió como un niño que recibe un regalo y le comentó feliz:


-¡Está perfecto! Es como si lo hubiera comprado yo mismo, dijo y la besó en agradecimiento.-¡Me alegra que te guste!


Mentalmente se anotaba una victoria, pensando en que después de todo, no era tan mala para "la vida de señora". Le encantaba ver como poco a poco, ella y Alex se iban conociendo y sintiendo más a gusto uno con el otro.


Un rato después Alexander estaba listo para irse, cada uno tomó su auto y se pusieron en camino hacia la oficina.


Al llegar, él esperó que ella se estacionara para caminar juntos dentro del edificio, al ver esto ella dijo:


-¿Estás seguro? ¿Quieres que todos sepan que estamos juntos?


-¡Claro! ¿Por qué habría de esconder lo que me hace más feliz en la vida?


En ese preciso momento cuando hablaban de su nueva situación como pareja, Marisol también estaba llegando y se escabulló por las escaleras para llegar antes y regar el rumor por toda la oficina. 

Cuando Isabella y Alexander estuvieron dentro, las miradas se centraron en ellos, pues la asistente se había dado el trabajo de poner a todos en sobre aviso, a pesar de la intriga, nadie pronunció palabra.


Alex y Bella caminaron hasta sus oficinas desde donde comentaban por el intercomunicador sobre las caras de todos al verlos juntos.


-De verdad se sorprendieron, empezaré a creer en lo que me dijo Marisol de ti, dijo el en medio de risas.


-¡Oye! ¿Qué insinúas niño? dijo fingiendo estar molesta.


-Nada, nada, jajaja, terminó Alexander.


Se dieron cuenta que durante todo el día la gente los observaba más de lo común, como si más que sospechar, ya supieran lo que estaba pasando entre ellos.


Él salió un momento de su oficina y se encontró con la escena de que Marisol comentaba con otra secretaria sobre su relación con Isabella, decidió no hacer nada con ellas pero fue a comentárselo para prevenirla, al pasar esto Is se enojó tanto de que se metieran en su vida de esa forma que salió disparada al centro de piso donde estaban muchos de los empleados de la compañía, Alex corrió tras ella temiendo lo que iba a hacer.


Cuando estuvo al frente de todos, pronunció estas palabras:


-Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a opinar de lo que pasa en mi vida, sé que todo el tiempo hay comentarios, qué si soy de una manera, qué si soy de aquella, siempre los dejo pasar, porque seré lo que quieran, pero odio los conflictos, lamentablemente esta vez no lo haré, porque ahora hay en mi vida alguien a quien quiero mantener al margen de todo esto, no permitiré que haya insinuaciones que le incluyan a sus espaldas, si van a hablar de nosotros, háganlo de frente (se detuvo y miró a los presentes uno por uno deteniéndose un poco más con Marisol) sí, es verdad, Alexander Bourdierd y yo tenemos una relación por la cual les pido respeto y exijo que no se hable más en esta oficina, ahora, vuelvan a trabajar, dijo dando por terminado su comunicado.


Su padre también los miraba admirado, en cuanto pudo, se acercó a Alex y le dijo:


-¡Lo lograste muchacho! Por primera vez en mucho tiempo Isabella no tiene miedo de mostrar sus sentimientos, espero que la hagas muy feliz.


-No sabe el bien que me hace escuchar esas palabras señor, dijo él y caminó con Isabella de vuelta a su oficina.


Después de haber imitado las reacciones de todos los que estuvieron allí durante el sermón de Isabella decidieron regresar al cumplimiento de sus labores, no sin que antes ella pensara en lo mucho que había cambiado su vida ante la llegada de Alexander, desde que eso pasó ella era capaz de disfrutar de cosas que antes no le representaban ningún valor. 


Es allí cuando vinieron a su mente las palabras del indigente de aquel día, y se dio cuenta de que era verdad, lo que faltó todo este tiempo en su vida, era eso: el amor.

El Amor Que No SoñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora