¿Mitos o Leyendas?

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   DURANTE UNOS DÍAS, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Lyra le  había visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día.

Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento». Lyra había sido castigada varias veces por ir a clases dando saltitos o respirar demasiado fuerte. Definitivamente odiaba a Filch.

Sonó la campana anunciando la llegada de Historia de la Magia.

Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir
a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea
de la sala de profesores.
Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.

Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los
leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que
casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse.

Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione Granger alzó la mano.

—¿Señorita...?

—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.

Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza, a Neville Longbottom le resbaló el codo de la mesa y Lyra casi se mete el peine en el ojo (se estaba peinando el cabello, tenía gallos)

El profesor Binns parpadeó.

—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un
chirrido de tiza, y prosiguió—: En septiembre de aquel año, un subcomité de
hechiceros sardos...

Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione.

Lyra suspiró indignada. Los Antiguos mitos griegos eran ciertos y de no ser así ella no existiría. Si los dioses griegos existían, ¿por qué otros mitos no pueden ser realidad?

—¿Señorita Grant?
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?

El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Lyra adivinó que ningún
estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto.

—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...

La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él.

Lyra se sentía completamente desconcertada al ver unas muestras de interés tan inusitadas.

—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más
importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de
ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar
Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas
indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente
tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.

Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:

—Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en
armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y
trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba
ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba
que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Lo desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.

El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.

—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.

»Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.

Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns.

Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.

—Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.

Lyra se hinchó de valentía y alzó la mano.

—Profesor..., ¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que
contiene» la cámara?

—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el
heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.

La clase intercambió miradas
nerviosas.

—Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en
sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.

—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?

—Tonterías, O’Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado—,
si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...

—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—,probablemente haya que
emplear magia negra para abrirla...

—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns—.Insisto, si los predecesores de Dumbledore...

—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso
Dumbledore no podría... —apuntó Dean Thomas, pero el profesor Binns ya estaba harto.

—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el
menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.

Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.

LYRA BLACK, pjo & hpWhere stories live. Discover now