21.

701 117 8
                                    

Tomé entre mis manos el libro de matemática para sexto grado de primaria que nos había recomendado el profesor Bennett a Carter y a mí.

¿En serio Carter tenía uno de los mejores promedios en matemáticas? Simplemente no podía creerlo. ¿Y qué es esa mierda de un curso preliminar de matemáticas para los de sexto de primaria? Eso definitivamente tiene que ser una mentira. ¡Tal vez lo negociaron! ¡Sí! El profesor Bennett hacia este tonto curso para juntarnos a cambio de que Carter le diera... no sé, una receta para un peinado perfecto, el número de su peluquero, una entrada al bar Preston de matones de la esquina o qué sé yo.

―Sólo corriste con la mala suerte de ser inteligente.

Admítelo, Teddy ―Finnick acotó.

Volteé a verla. Había estado sentada en una de las mesas de la biblioteca mientras yo hacía mi investigación.

―Tienes razón, estoy maldita ―bromeé. Giré sobre mis talones para poner el libro en la mesa y tomé asiento frente a donde ella estaba sentada.

―Sí. Hablando de eso, espero que ese hechizo que lanzó West sobre ti no funcione cuando estés en frente de esos niños explicando fracciones y mínimos común múltiplos, porque creo que serías un video viral si alguno de esos mocosos te graba dándote el lote con Carter.

Negué con mi cabeza mientras abría el libro.

―Creo poder controlarme, gracias ―espeté sarcásticamente.

―Claro, porque últimamente has tenido un gran control sobre tus instintos, ¿no? ―Se empezaba a poner fastidiosa, y pronto sentiría ganas de partirle el cuello.

―Trato de estudiar ―le dije con mis ojos posados en el cuaderno.

―Sólo estás leyendo ese párrafo una y otra vez, y aun no sabes que dice.

Puse mis ojos en blanco. A veces que Finnick supiera tanto sobre mí me aterraba. Posiblemente yo era esquizofrénica.

Suspiré y dejé el libro de lado. Pasé mis manos por mi cabello haciendo que mi gorro se cayera, pero logré cacharlo antes. Cerré mis ojos tratando de disipar la confusión en mi mente. Todo era mejor cuando yo no le interesaba a los chicos.

―Vete, Finnick, déjame en paz, déjame en paz, déjame en paz... ―repetía esa frase una y otra vez, cada vez más bajo mientras apretaba mis ojos y mantenía las manos en mi cabeza.

―¿Estás bien?

Esa voz me hizo saltar de mi asiento y volver a caer en el con los ojos abiertos y el corazón a mil por hora. Giré rápidamente la cabeza para encontrarme con Brice. «Perfecto», bufé en mi mente.

―Ho-hola ―logré decir mirándolo a los ojos.

―Hola, ¿estás bien? ―inquirió con el entrecejo fruncido en confusión. Y si no me subestimara tanto, yo diría que preocupación.

―Uhm, sí... sólo estaba... eh, tratando de recordar algunas... ―Levanté el libro―. Ecuaciones ―exhalé, tratando de pensar que no me había humillado tanto.

―Está bien. ―Me sonrió mostrando sus hoyuelos. Me derretí por dentro tratando de disimularlo. Había olvidado lo que causaba en mí―. ¿Puedo sentarme? ¿No tendré ningún problema por eso? ―Me miró alzando una ceja.

Resoplé con una sonrisa.

―No, no lo creo.

―No estoy tan seguro, pero igual me sentaré. ―Me sonrió de nuevo, tomando asiento a mi lado.

«¿Qué llevará a éste chico que tiene un millón de cosas mejores que hacer a sentarse en la biblioteca a pasar el rato con una paria como yo?», no pude evitar pensarlo. Creo que nadie en el mundo podría evitar pensarlo.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora