40.

602 99 1
                                    

Mi vida era un arcoíris.

Sí, un arcoíris feliz y sonriente.

Hasta que un día, dos meses después de haber empezado a salir con Carter, luego de haber terminado con la exposición de matemáticas para esos niños de sexto, mientras entregaba todos los libros que habíamos sacado de la biblioteca, una chica se me acercó. Era pálida, delgada y rubia. Sus ojos azules parecían confiados y felices detrás de sus gafas, y me sonreía como si su vida también fuera un arcoíris feliz y sonriente. Se balanceaba sobre sus pies, hacia atrás y hacia adelante mientras entre sus largos dedos retorcía el borde de su vestido verde con estampado floral.

―¿Puedo ayudarte? ―pregunté amablemente mientras me colocaba la tira de mi bolso marrón en el hombro.

―Oh, ya lo has hecho.

La miré expectante. Ella no dijo más nada. Moví mis ojos por el lugar, esperando ver a un hombre con un pañuelo impregnado con cloroformo, listo para atacarme tal vez.

―Disculpa, ¿nos conocemos? ―Volví mi vista hacia ella.


―Nop ―dijo, haciendo explotar la P en sus labios―. Encontré tu blog en internet. Sólo quería agradecerte por todas... esas palabras de aliento a las personas que lo pasamos mal por culpa de marginación.

Y mi cara ardió como si de pronto mi sangre hubiera sido sustituida por hierro fundido. «¿Qué? ¡Paren en el mundo!

¿QUÉ?»

―Uhm... yo... no sabía que... las personas leían mi blog. Es decir, no publico casi nada... intelectualmente adecuado. ―Me rasqué la nuca tímidamente.

―No, no lo haces. Lo haces todo con humor, haciéndolo ver tan fácil. ¡Y eso es lo mejor! ―aulló emocionada. Oímos a la señorita Hampton chistar molestamente. La chica levantó la mano en dirección a la mujer sentada en su escritorio.

―Lo sentimos, señorita Hampton.

―¿Estudias aquí? ―pregunté tontamente. Jamás la había visto por los pasillos. Tenía un vago recuerdo de su cara, tal vez en el gimnasio.

―¿Lo ves? Es lo que todos me preguntan. ―Ella enganchó su brazo al mío y me arrastró fuera de la biblioteca―. Yo estaba en una especie de precipicio porque pensaba que era la única que lo pasaba mal ―me explicó, gesticulando con sus manos acorde a lo que decía―. No sabía qué hacer... No soy suicida, no me malinterpretes. ―Ella estaba colgada de mi brazo como si fuéramos grandes amigas mientras caminábamos por el pasillo―. Siempre sentía... que yo no era nadie. Y estaba este asunto de mis


padres... Mi hermano es gay. Ellos no lo apoyan, lo echaron de casa. Y pensé que debía ignorarlo como todos los demás. ―Se encogió de hombros.

―Oh, eso no está bien ―musité.

―No, no lo está, ¿verdad? ―Se detuvo y me miró―. Entonces me encontré con tu blog. Una chica en una página de Facebook la había recomendado diciendo que era hilarante y de verdad motivador. Una buena combinación.

Me sentí halagada. De verdad había personas allá afuera que se sentían como yo, aprendían de mis errores y se reían de ellos igual que lo hacía yo. No recuerdo por qué abrí el blog exactamente, sólo me gustaba el orden de las cosas en la computadora, y el morbo de que tal vez alguien pudiera leerlo y decir: «Vaya... aunque nunca estuve realmente segura acerca de eso.»

―Entonces me dije... ―Me di cuenta de que esta chica seguía hablando frente a mí, y yo no estaba consciente de ello, así que me propuse a terminar de escuchar su relato―: si ella tiene padres gays (que son tan buenas personas), si ella puede con todo eso, ¿por qué mi familia y yo no podríamos?

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora