26.

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Él dejó escapar un suspiro y se echó de espaldas a la cama. Yo me levanté de un salto para ir por otra galleta, y aprovechando que no me iría por un rato, tomé la bandeja y la coloqué en la mesa de noche al lado de su cama. Me quité mis zapatos y los dejé en la alfombra para después lanzarme en la cama como si estuviera en mi casa.

―Debieron haberle puesto la receta especial de chocolate de mamá ―murmuró Carter, pero alcancé a oírlo.

―Está divino ―aseguré yo, llevándome a la boca otro pedazo de galleta―. En serio lo está. ¿Qué es lo que tiene?

Él seguía acostado allí con la mirada perdida en el techo.

―Es un secreto de familia ―me dijo.

Levanté una ceja, me incliné hacia adelante, apoyé mis manos en el colchón y gateé hasta quedar sobre él para ver sus ojos, con cada uno de mis brazos a sus costados. Él soltó una risa y yo le seguí. «Grrr.»

―Por favor ―le pedí de nuevo―. Déjame saber sobre ti, déjame saber tu parte de la historia.

―Esa no es una buena idea ―susurró.

―Estar aquí contigo, así, no es una buena idea, Carter.

―Alargué mi mano y pasé mi dedo a lo largo de su labio, delineándolo con detenimiento―. Últimamente no tomo buenas decisiones, y mis ideas no son precisamente correctas ―agregué con una mirada pícara, o eso era lo que intentaba. Mi cabello caía sobre nosotros mientras él mantenía sus brazos a los costados de su cuerpo, sin poder moverse.

Su mirada estaba iluminada y una sonrisa había en su cara. Él siempre había sido misterioso, y ahora que yo estaba ahí, pidiéndole que me dejara saber sobre él, que me dejara entrar, él estaba debatiéndose mentalmente consigo mismo.

―Huirás de mí. Lo sé ―me dijo

―No lo haré.

Él largó un suspiro y me empujó hacia atrás, poniendo sus manos en mis hombros. Caí en la cama de espaldas. Extendí mi mano hacia la bandeja y tomé otra galleta.

―Deberías dejarlas ―me advirtió él. Lo vi levantarse y coger una camisa que estaba sobre el espaldar de su silla giratoria.

―Y tú deberías quitarte esa camisa. El rojo no es tu color ―le aseguré con una risa.

Él sonrió y miró su camisa. Ajustada, con un estampado de letras en algún idioma extraño y de color rojo, casi vino tinto.

―¿Es eso o te gustan mis tatuajes? ―Elevó una ceja de nuevo.

«¿Tus tatuajes? Me gustas todo tú. TODO. Todo, todito, todo.

Mmm... demasiado. Grrr.»

―No voy a mentirte, Carter, me gustan. Oh, rayos, como me gustan. ―Suspiré y cerré mis ojos por un momento. A pesar de ser una pequeña cama de una plaza, era muy cómoda con aquella colcha que parecía haber sido cosida a mano.

Estaba haciendo frío afuera y había comenzado a llover. Abrí mis ojos y lo vi mirándome fijamente, inexpresivo. Le sonreí y me incorporé. Palmeé el sitio en frente de mí, invitándolo a sentarse.

Él me sonrió a medias y se sentó, adoptando la posición indígena. Me moví más cerca de él. Apretaba sus labios, como si estuviera reteniendo palabras, y su cabeza estaba abajo como si quisiera evitar mi mirada.

―Carter...

―Está bien.

Lo miré con los ojos bien abiertos en una mueca de sorpresa. Él subió la mirada. Sus ojos mostraban decisión. Él estaba hablando en serio.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora