Capitulo 11: The Devil Wears Prada

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“Entonces Señorita Fournival, seguimos esperando por su testimonio”.

Belle seguía contemplando el rostro asustado y quebradizo de quien era su mejor amigo de todo la vida (Como si el titulo todavía estuviera vigente) Cy dejaba perder su mirada en ella  mientras podía sentir como su corazón se aceleraba a tres mil kilómetros por hora.

Él podía observar su espíritu de pantera negra saliendo del profundo abismo que Isabelle contenía en sus pupilas. Sus hermosos ojos almendrados, parecían fundirse con los suyos desde el asiento del copiloto, que la cabeza del chico había creado para llevarlo hasta la meta final de su desesperación.

 Cy quería tomar su corazón y poder apuñalearlo un par de veces, hasta que todo su amor por Belle pudiera esfumarse de sus entrañas. ¿Por qué tenía que estar tan jodidamente hermosa? ¿Por qué ahora? ¿Por qué en este preciso momento?

Ella lucia hermosa, más que hermosa; candente era la palabra que revoloteaba  por la mente lujuriosa de Cyrell. Belle, estaba luciendo una falda de cuero artificial de la nueva temporada de Prada, que se ajustaba desde su pequeña cintura hasta un poco más abajo de sus rodillas. En compañía de un blazer de cachemira negro en corte v y un costoso collar de cinco kilates de oro (De la nueva colección de joyas de su madre) que bajaba en forma de línea desde su cuello hasta donde su escote comenzaba.

Los fournivals, controlaban el 1,2 por ciento de todos los diamantes alrededor del mundo, y su legado familiar se había mantenido intacto en el negocio de la joyería por más de treinta años. Beatrice juraba que la primera palabra de su primogénita había sido “Reluciente” y la de su hija menor “Diamante” (Aunque para ser precisos, la bebita solo habia alcanzado a pronunciar: Di-di-dan-te con las burbujas de moco saliendo de los diminutos orificios de su nariz) Pero para la afamada Señora Fournival, eso había bastado como para ponerle los nombres de sus hijas a dos de sus colecciones más vendidas. 

Para Andre y Beatrice Fournival, sus hijas eran las joyas más valiosas que tenían en su familia. E incluso, ellos le debían el diez por ciento de toda su fortuna a la dulce e inocente niña de ojos felinos. Cuando Belle tenía siete años, la pequeña realizo un pequeño bosquejo en el cuaderno de pintura de su escuela primaria elitista, de lo que luego se convertiría en uno de los anillos de compromiso, más famosos y buscados de toda su marca. Logrando que su padres lo llamaran Felicity, como homenaje al segundo nombre de su amada hija.

Cada mañana de camino a la escuela, Belle recordaba visualizar cada una de las campañas publicitarias sobre las vitrinas de las tiendas de sus padres. Y cada vez que la pequeña niña engreída lograba leer: Joyeria Fournival, introduciendo a nuestra más nueva reliquia FELICITY. Su rostro se iluminaba como el de un chiquillo en una tienda de dulces, su pecho se inflaba con el Elio del orgullo y su cabellera lograba batirse a hacia atrás naturalmente.

Belle, era lo que muchos conocían como una niña prodigio. Su talento, elegancia e inteligencia, era una de las grandes cualidades que la mantenían a flote bajo cualquier circunstancia. Y por esa razón, la chica jamás se había sentido inferior a su despampanante amiga.

Belle sabía que Stass utilizaba su belleza para ser una zorra, una triste, sin sueños e insatisfecha zorra. Que a menudo desperdicia todo su potencial, haciendo…. Absolutamente  NADA.

Stass podría convertirse en la esposa trofeo de la monarquía francesa, pero Belle tendría asegurado su puesto sobre el tan anhelado trono de hierro con sirvientes a un lado de sus hombros, y la cabellera de Cersei Lannister acariciando su regazo como la mayor recompensa. Y pensar que la chica, ni siquiera había aprendido a hablar Dothraki para poder conseguirlo…

Ya saben lo que dicen mis pequeños: Fuerte debe ser la cabeza de quien tiene la corona, y aunque ella pueda llevarte a la locura y astillarte la cabeza, siempre podrás mantener una o dos de las incontables rocas relucientes como tu mejor y más fiel mejor amiga.

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