Capitulo 9: Todo el mundo odia a Cyrell Bernard (Parte I)

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"Otra vez, ¿me puedes repetir la razón por la cual estamos aquí?"

Anastasia Roux-Rigardi y Sebastien Founteniur, tomaban asiento sobre los esponjosos cojines color crema, de la segunda fila en la inmaculada y bastante aterradora sala de la corte de justicia.

Junto a ellos, estaban al menos  siete de los estudiantes de su año. Con sus pequeñas narices retocadas, oliendo el extracto que salía de las iluminadas pantallas de sus costosos teléfonos (Aquel extracto sería una mezcla de sudor, moco fresco de la mañana y un sabor extraño e imaginario de frambuesa,  que sus mentes habían creado mientras jugaban Candy Crush) como inconfundibles zombies que buscan desesperadamente, el cerebro más jugoso para la hora de la cena.

En la fila siguiente; estaban todo los miembros del rectorado de la academia. Con sus rostros bastante incomodos y avergonzados, debido a él tan humillante escándalo que había golpeado a su prestigiosa institución en las últimas horas. Intentando tapar hasta el mínimo espacio de sus identidades, con el recién impreso "Le Parisien" que sostenían en cada una de sus manos. Y la cuarta fila; estaba compuesta por tres de los reporteros más despiadados de toda la ciudad, estrellas del noticiero matutino y ganadores de "Mejor periodista del año" esperando como buitres, el pedazo de carnada ganadora o en su caso, todos los detalles sobre la indebida aventura de la reconocida directora y uno de sus alumnos más influyentes.

"Ya te lo dije Stass" Decía Sebastien, llevando su mirada hacia los ojos azul-verdosos de Anastasia. "Cy necesita un poco de apoyo moral y nosotros debemos de brindárselo, hasta en el momento más incómodo de su vida" Continuo Seb en voz baja, mientras su atención era interrumpida por el intimidante hombre de piel palida y ligeramente arrugada, que le daba un  vistazo a el pulso del Rolex en su muñeca y ocupaba el máximo puesto en el gigante estrado de madera pulida. "Además, tu padre es el abogado de Cy. Así que tal vez él nos pueda llamar para testificar en el estrado" Seb volvía a girar su mirada hacia Anastasia, y la rubia abría sus hermosos ojos azul-verdosos de par en par, diciendo: "¿Qué te pasa? ¡Yo no voy a subir allí!  ¡Primero, prefiero compartir mi apellido con el de la zorra pelirroja! que ir hasta ese aterrador estrado y esperar a que la abogada de Camille, me dispare tan despiadadamente como el cazador lo hizo con la madre de Bambi" Stass podía ser tan descriptiva y dramática, cuando se lo proponía. Tal vez por eso, ella era la primera chica en satisfacer los extraños gustos del Señor Delacour en la clase de teatro. "Bueno, yo solo decía..."

Una fila completa de calientes pre-adolescentes, ponían toda su atención sobre el puesto en el que estaba nuestro chico dorado. Dejando caer sus jóvenes e inocentes rostros sobre los hombros de sus malhumoradas madres.

"¡Pueden limpiarse la baba, pequeñas! ¡El chico es mío!" Exclamo Stass desde su puesto, llevando el ritmo de su voz, hasta los rincones más minúsculos de la sala de justicia. "¿Qué pasa linda Stass, acaso la Srta Roux-Rigardi está un poquitito celosa?" Una pequeña sonrisa salía de los labios de Seb y Stass hacia caso omiso a la pregunta de su eterno enamorado.   "¡¡Están comprometidos!! ¿Lo puedes creer? Nunca pensé que podía odiar tanto a esa perra..." Todas las miradas se posaron inmediatamente sobre Seb y Stass, y en el momento preciso, la rubia se había transformado en aquel cazador del que ella tanto temía. "¿Quién? ¿Tu padre? ¿En serio llevara al altar a esa pelirroja sin clase?" Anastasia, mantenía su mirada fija sobre el perfil del hombre de cabello dorado que ocupaba  el tercer puesto en la fila principal de la corte, y  pateaba con fuerza el piso de mármol de la sala. Como si de la suela color escarlata de sus Louboutin pudieran salir las llamaradas de fuego que hicieran combinar a su estado de humor con su atuendo "¡¡Cassandra!!  ¡Por favor! ¡¿Qué clase de nombre es ese?! Si me preguntas a mi... él de una prostituta por supuesto" Seb volvía a sacar un pequeña sonrisa de sus labios y miraba perplejo a Anastasia, pensando en lo hermosa que ella lucia enojada. "¡Dame más, Cassandra! ¡No es suficiente, Cassandra! Donde dejo mi propina, Cassandra..."  Stass visualizaba el nombre de su futura madrasta, en luces de neón y con brillantes esferas de cristal, como el de toda una prostituta.

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