Capitulo 10.

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Mi día había sido terrible, en cada clase que iba todos me miraban y murmuraban cosas. En su mayoría no los escuchaba pero a algunos otros sí y no decía cosas necesariamente buenas o siquiera educadas.

Mi dilema empezó esa tarde cuando al salir de la clase de herbología -la última del día-, tuve que caminar por los pasillos inundados de estudiantes para irme hacia la sala común. Lo peor no fue escuchar a los estudiantes hablar a mis espaldas, lo peor fue ver que las hermanas Greengrass se acercaban a mi mirándome con un aire de superioridad y sonrisas burlonas plasmadas en sus rostros. En cualquier ocasión juraría que podría defenderme pero mi valentía vaciló al ver que venían junto a otro grupo de chicas que me miraban de la misma manera.

Ojalá tuviéramos un giratiempo para viajar al pasado y evitar nacer.

Con la cabeza hecha un desastre por el dolor de cabeza que me estaba matando y la preocupación de no saber qué me harían esas chicas si se me acercaban opté por mirar al mi alrededor y buscar una salida viable para tal situación. Mi mirada se clavó al instante en la biblioteca, la puerta la tenía justamente a mi derecha y no lo pensé dos veces antes de entrar. Camine a paso acelerado entre los pasillos y me quedé en el que se veía más solitario.

Al paso de unos minutos escuché el leve sonido de una silla y alguien poniendo libros sobre una mesa. Provenía del pasillo detrás de mi, por mera curiosidad me asomé por una abertura entre los libros de la repisa y vi ese cabello platino inconfundible. Tenía varios libros sobre la mesa y antes de que pudiera reaccionar ya mis piernas se estaban moviendo en su dirección. Al acercarme empujé la silla que se encontraba a su lado y me senté en ella.

No habló, no se movió, no hizo absolutamente nada. Como si yo no estuviera ahí. Pero eso no me impidió curiosear lo que leía y al concentrarme en su lectura noté que era un libro erótico, bastante explicito.

—No sé porque no me sorprende —mascullé despegando mi vista del encuadernado.

—Son bastante buenos, deberías leerlos.

—Ya lo he hecho y todos siguen el mismo patrón. 

Se giró hacia mi interesado, al instante en que sus ojos grises se cruzaron con los míos no pude evitar contener un poco el aire. No llevaba su bata, solo su camisa blanca y corbata, cabello desordenado y ese aire tan despreocupado.

—Ah, ¿si? —enarcó una ceja —, ¿Y cuál es ese dichoso patrón?

Resoplé poniendo los ojos en blanco para luego responderle.

—Chica sumisa conoce al chico (que por alguna razón es millonario), la maltrata y le habla de la peor manera sin explicación lógica para luego decir "la maltrato porque la amo y no sé lidiar con ese sentimiento desconocido", patético. Luego ella se enamora de él por ser una idiota masoquista solo porque el tipo la azota, ahorca y para ella eso es lo que lo hace único y diferente. ¿Sigo?

—¿Entonces que libro es bueno para ti?

Orgullo y prejuicio, desde luego.

Me dedico una sonrisa de medio lado para luego inclinarse más a mi dirección.

—Podrías ser mi Elizabeth Bennet si quisieras.

—No está en mi lista de deseos ser la Elizabeth de un hombre que no le llega ni por los tobillos a Fitzwilliam Darcy.

—¿Por qué no? —se inclinó un poco más hacia mí y ya su cálido aliento entre menta y cigarro estaba abanicando mi rostro —¿No me crees capaz de cruzarme tres pueblos para decirte que te admiro y te amo apasionadamente?

𝐄𝐧𝐬𝐞́𝐧̃𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐫𝐞𝐫𝐦𝐞. (Pausada)Where stories live. Discover now