Capitulo 13.

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"Tiene que saberlo. Tiene que saber que todo lo he hecho por usted. Es usted demasiado buena para jugar conmigo. Su conversación de anoche con mi tía me ha hecho recobrar la esperanza que ya creía tener totalmente perdida. Si sus sentimientos siguen siendo los mismos, dígamelo. Mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero una sola palabra suya me silenciará para siempre. Sin embargo..."

Un tirón a mi brazo me sacó de mi preciada lectura y mire con cara del más puro odio a la persona que lo había hecho.

—Pecas, estamos corriendo, ¿podrías dejar tu lectura para luego? Te recuerdo que ayer pegaste la cara contra el suelo por andar metida en ese libro.

—Para tu información, el suelo estaba resbaloso, no fue mi culpa. —alagué aquello tratando de defender un poco mi postura, pero la verdad es que la mayoría de veces me caía en pleno trote. ¡Que culpa tenia yo de que él entendiera por trotar: correr!

—Dame eso.

—¡No! —presioné el encuadernado contra mi pecho evitando a toda costa que el rubio me lo quitara de las manos.

—Joder, Collingwood. Haz leído ese libro más veces de las que se pueden contar con los dedos.

Era verdad, pero no le iba a dar la razón, obviamente.

—¿Y por qué quitármelo ahora? Darcy le estaba confesando su amor a Elizabeth. —hice un pequeño puchero. Él no doblegó su postura y solo se recostó en una de las paredes del pasillo a mirarme fijamente. Llevaba pantalones deportivos y una camisa holgada que no dejaba percibir la forma exacta de su cuerpo, pero cuando sudaba la blanca tela se adhería a su piel dejando clara vista de la definida de su torso. Podía jurar que si no tuviera el cabello por encima de la cara me vería babeando.

Llevaba exactamente cuatro semanas saliendo a trotar con Draco. Siguiendo su dieta y durmiendo el tiempo necesario. Me sentía bien conmigo misma, la manera en que él festejaba conmigo tras ver que comía todo mi plato de comida me llenaba. Solía despeinar mi cabello con su palma como muestra de ¿cariño? No lo sé, no habíamos tenido ningún otro tipo de acercamiento. Solo pasábamos tiempo hablando y con mi torpeza, algunas veces, lograba sacarle una sonrisa.

—Mierda, ¡nos quedan solo veinte minutos para ir al gran comedor!

Sin dejarme reaccionar y sacándome de mis cavilaciones, entrelazó sus dedos en una de mis muñecas y empezó a correr obligándome a mover las piernas a su velocidad. A casi rastras llegamos a la sala común de Slytherin y ahí soltó su agarre sobre mi.

—¿Cuanto quieres apostar a que yo puedo estar listo antes que tú?

Oh, no, no, no.

Hacíamos esa estúpida apuesta cada vez que se nos hacía tarde. Él siempre ganaba, nunca me cobraba lo que se suponía que debía darle y eso me desesperaba y a la vez me asustaba. Pero como no me gustaba negarme a algo que tuviera que ver con competir aceptaba.

—Estaré aquí antes de que logres siquiera ponerte tus tontos anillos.

Me guiño un ojo con una sonrisa ladina y salió corriendo en dirección a su habitación. Yo apresuré el paso hacia la mía pero estaba dispuesta a esta vez no dejarme ganar.

Me di un baño a la velocidad de la luz, me vestí y peiné mi cabello en un moño mal arreglado. Me vi en el espejo y no era la imagen más arreglada pero no me importaba ir así contar y ganarle a ese idiota arrogante.

Salí casi volando a la sala común y cuando entré miré hacia los lados, no estaba. ¡En su cara!

Me senté en uno de los sofás de cuero sintiéndome superior y al cabo de unos minutos lo vi llegar trotando a la sala, me miró con total estupefacción, ni él mismo se creía lo poco que había tardado.

𝐄𝐧𝐬𝐞́𝐧̃𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐪𝐮𝐞𝐫𝐞𝐫𝐦𝐞. (Pausada)Kde žijí příběhy. Začni objevovat