CAPÍTULO DIEZ - DESPERTANDO AL DEPREVADOR

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Eleora

La muerte es el tema al que menos le prestamos atención a pesar de que es el que les pone fin a nuestros sueños, a nuestras relaciones, vínculos y vida. El cómo, dónde y porqué son preguntas que suelen salir a relucir cuando se dice de la muerte siendo el cómo la parte más importante para saber qué tan en paz descansará nuestra alma.

Siempre dije que esperaba que mi muerte fuera por causas naturales donde muriera en cama por la edad, pero estar amarrada de manos y pies en un pozo con poca luz y un horno con un fierro quemador me hace saber que mi alma nunca descansará, porque, así como estoy sufriendo ahora así seguirá sufriendo mi alma en el infierno.

Sé que iré allí ya que desde el día que arrebaté la vida de una persona supe que ardería en las llamas del infierno, pero fue una decisión que disfruté después de conocer el fuego de Mihail que me ha puesto más amante a la muerte en sus brazos que a la vida en la tierra.

—Una bala le voló la cabeza — dice la pelirroja.

Intento subir la cabeza, pero el dolor en mis extremidades hace que con cada movimiento que intente hacer mi cuerpo arda.

—Pero a ti te haré sufrir lo que he sufrido desde ese día hasta hoy — escucho sus pasos acercándose.

— ¡No! — exclamo al sentir el fierro quemador sobre mi espalda — ¡Siobhan no tengo la culpa!

— ¡Te callas! — vuelve a poner el fierro al fuego — Debiste pensar eso antes de ofrecerte como una puta — queda frente a mí, la escupo y tira de mi cabello devolviéndome el gesto en mi cara—. No eres más que una puta ansiando poder — golpea mi estómago con su rodilla —. Disfrutaré ver como cada centímetro de tu cuerpo queda marcado por el fuego que tanto disfrutas— regresa al horno sacando el fierro y camina hacia mí mirándome con su mirada felina y pasos con sigilo.

—No fui yo quien lo mató— digo con las lágrimas cubriendo mis mejillas —, no hice nada — digo y vuelve a dejar el fierro ahora sobre mi muslo — ¡Por favor! — intento moverme, las cuerdas están bastantes tensas y solo provoco que me rasguen las muñecas.

—Tu misma decidiste entrar a este mundo despiadado ahora esperemos que llegue un salvador por ti — entierra el fierro en la herida — ¿Vendrá Damon? — se ríe — Verdad que está muerto — ¿Vendrá Francesco? — se carcajea dejando que mi carne cruja bajo el metal — o ¿Isabella? — se aleja dejando el fierro en el fuego.

—¡Estoy sola así que mátame de una vez porque mi muerte no le importa a nadie! —pido soportando el dolor de mis heridas.

—Estás más que sola porque el hombre por el cual estás aquí hoy no le importa más nadie que él mismo — me toma del cabello —. Debiste elegirme mejor con quien jugar con fuego.

—¡Yo no lo elegí! — muevo la cabeza intentando aflojar su agarre —¡Él me escogió a mí! — grito dejando que una avalancha de dolor se apodere de mi cuerpo silenciando mis oídos y mi sensibilidad.

Siento como un torbellino de líquido ácido «Vinagre» baña mi cuerpo haciendo que me retuerza del dolor por las quemaduras que tengo sobre toda mi piel, no sé por cuanto tiempo estuve inconsciente, pero que la piel me arda quiere decir que la irlandesa cumplió su cometido de quemar toda mi piel.

Lloro como nunca había llorado lamentándome del día que decidí ir a Italia en busca de libertad que ahora me tiene prendida bajo las garras de seres infernales que me carcomen todo mi ser.

— ¿Ya despertó la bella durmiente? — la voz de la mujer inunda el calabozo — Eres tan poca cosa que nadie se ha dado cuenta de tu ausencia — pone algo en mis labios «Miel» —. Disfruta de la dulce venganza que estoy disfrutando ahora mismo.

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