CAPÍTULO VEINTISIETE - REBELIÓN

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Damon

Ser criminal por más de cuarenta años me dio mucho poder, poder que me permitió llenarme los bolsillos de dinero, delinquir sin barreras y hacer lo que me diera la gana con quien sea pero una de las cosas que realmente aprecio, que obtuve sin estar planeándolo en este mundo es a Ivan. Ivan es mi único hijo, hijo producto del pecado consumado con Ivette Mikhailova.

Me apropié de ella en mi propia casa durante una fiesta con sus padres bailando en mi salón, la buscaba en la academia de mafiosos cuando salía porque aunque pensé que me delataría con su familia al final se convirtió en mi Lolita que narraba ese autor del que somos fanáticos los dos. Viajaba siempre a Moscú para verla en iglesias, bibliotecas y jardines de la ciudad porque siempre estaba escoltada y aunque ella era la joya preciada de los Mikhailov que chantajeaba como nadie con sus técnicas de manipulación nunca consiguió que le dieran ciertas libertades como a su hermano mayor.

Razón por la que planeamos deshacernos de todos ellos contratando a los Calaveras pero como si el destino estaba de parte de los rusos ni Mihail, Luka y Galya estaban en casa el día que fueron por Ivette para sacarla del lugar y luego matar a los rusos, el menor de los Mikhailov se encontraba en casa y repitiendo las acciones que veía en los adultos sin entender lo que ocurría tomó un arma disparando con gran puntería a los Calaveras pero al llegar frente a su hermana se dio cuenta de que Ivette empacaba sus cosas en vez de defenderse, al percatarse de los ojos de su hermano sobre ella jaló el arma disparando a su hermano sin pensarlo dos veces y viajó conmigo dejando detrás su antigua vida ya que dentro de ella estaba el fruto de nuestro amor.

Durante todos nuestros encuentros Ivette me contaba el repudio que tenía hacia su hermano mayor a pesar de que este la amaba más que cualquier otro Mikhailov y hasta el día de hoy desconozco sus razones.

Me remuevo en la cama cuando siento sus manos tocar mi torso desnudo.

— ¿Qué tanto piensas? — cuestiona subiendo sobre mi cuerpo — ¿Sabías que hasta con el pensamiento se puede ser infiel?

Sonrío porque no hay una mujer más celosa en el mundo que Ivette, hace berrinches como adolescente y controla al punto de casi no dejarme respirar en paz.

—Solo pienso en nuestra historia de amor — confieso atrapando su nuca —. Sabes que en mi vida tu siempre serás la única— la beso.

Sonríe envolviéndome con esa dulzura cargada de perversión que destila de su rostro.

—Mañana viajaré — besa mi cuello —, dejaré a Ivan con las nanas y a ti te dejaré custodiado — libera mi erección —. Debo ir a revisar cómo están los niños del orfanato — se cierne sobre el miembro haciéndome temblar.

— ¿Por qué no te llevas a Ivan? — cuestiono—, creo que le haría bien compartir con otros niños.

Mueve sus caderas haciendo que clave mis dedos en sus caderas disfrutando del placer mañanero que me ofrece.

—El orfanato queda lejos de aquí, amor — susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja —. Intenté hacer mis donaciones en lugares que realmente necesitaran mucho nuestro apoyo y no creo que a Ivan le guste pasarse el día a mi lado con todo el trabajo que demanda todo el lugar.

Ivette es una mujer que le gusta colaborar en las buenas causas, por años se ha mantenido viajando ni siquiera sé a dónde pero se va por dos o tres días a colaborar con los desahuciados pero ver la sonrisa con la que regresa no me hace cuestionar sus salidas.

Se mueve con destreza jadeando mientras sonríe, tira de mis vellos en el pecho con malicia, acaricio sus piernas dejándome envolver en su mirada gris que me embruja cada vez que la deja sobre mí.

ÉXTASISWhere stories live. Discover now