CAPÍTULO VEINTITRÉS - DETRÁS DE LA LIEBRE

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Narrador omnisciente

Los días de paz y tranquilidad habían acabado hace muchos meses pero ninguno se daba cuenta de eso por dejarse consumir por las nuevas sensaciones que surgía en su ser, unos siendo arrastrados por la violencia disfrazada de pasión, otros consumidos por la sensación de nirvana mientras creaban su propio árbol genealógico, otros calcinados por la dulzura y paz que desbordaban cuando estaban juntos admirando como la oscuridad desaparecía del ser oscuro que admiraba tras escuchar su historia mientras que otros se quemaban con un éxtasis de amor que los lleva al punto de ir en contra de sus propias reglas y de lo que acostumbraban hacer cuando de destruir se trata.

La mansión de Damon Martinelli en Kalgoorlie les da la bienvenida a los dos caballeros después de permanecer tres días en la ciudad de Brisbane en Australia uno mirando al otro como si tenerlo al frente fue gracias a un acto de magia que lo hizo levantar de la tumba como el salvador del mundo.

—Tengo que presentarte a unas personas, papá— dice Damon.

—Deja de llamarme papá, cobarde —demanda—. Los Martinelli somos personas que obtienen las cosas por sus propios medios no haciendo artimañas como lo que hiciste, te desconozco — le reclama.

—Sabes que de este mundo uno sale muerto y necesitaba morir para poder vivir la vida que deseaba al lado de la mujer que amo — comenta abriendo las puertas.

El gran salón les da la bienvenida junto a una hermosa pelinegra con un atuendo ajustado resaltando sus atributos y un hermoso niño de cualidades que hacen palidecer al anciano.

—Bienvenido, señor Francesco — se acerca Ivette intentando besar la mano del hombre.

El hombre acepta el gesto costumbre anticuada pero que ella aun la mantenga lo hace admirarla reconociendo de quien es hija la mujer.

— ¿Una Mikhailov besando mi mano? — cuestiona observando al niño — ¿Un Martinelli Mikhailov? — se acerca al menor mirándolo extrañado.

—Soy Ivan, abuelo — repite el gesto de su madre—. Ya ansiaba conocerte.

—Pero si es idéntico a Mih...— lo interrumpen.

—Ese nombre no está permitido en esta casa, suegro — lo toma del brazo—. El rey de la oscuridad debe permanecer en su castillo así que en nuestra morada no hay espacio para él.

Se encaminan hasta el comedor donde cenan sin inmutar palabra, Francesco observa a eso tres rostros como si lo que viera fuera irreal, no entiende como su hijo se relacionó con una hija de sus enemigos llevándolo a inventar su muerte, dos muertes por que para el mundo Ivette Mikhailova está muerta también.

— ¿Qué hacías en mi casa? — cuestiona.

—Tuve que viajar para comprobar lo que hizo tu nieta — habla.

—No es su nieta, amor — aclara Ivette—. Es solo la puta que criaste para domar al favorito de los Mikhailov.

Francesco la observa sin entender el repudio hacia su hermano, si Ivette Mikhailova era la joya preciada de los rusos ¿Por qué tanto odio hacia su familia?

—Me enteré de la decisión de Eleora— responde Damon—. La muy estúpida teniendo a los hijos de Giulio y Ferdinando viviendo con ella en casa pone al bastardo de Fabiano como Sottocapo.

—Lo puso porque es Martinelli — defiende la decisión de su nieta —. El Sottocapo debe ser un Martinelli.

—Pero no esa rata — habla con repudio —, aunque no lo quieras admitir sabes bien quien es Pietro Martinelli que a pesar de ser más joven que nosotros ha destruido más personas que tú y yo juntos.

ÉXTASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora