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Las hojas caían sin orden, tumbadas por la misma suave brisa otoñera que revolvía la cabellera azabache de Sasuke. Este último avanzaba solo por el bosque de árboles repletos de hojas de tonos amarillos, anaranjados y rojos; los colores del otoño. El hermoso paisaje hubiera sido cálido de no ser por la oscura sensación que se cernía sobre él, aplastando sus pulmones casi dolorosamenre. Nunca antes había sentido esa sensación pero si una familiar: la presión de poder de su padre.

Hubo una ocasión, una única ocasión en que Sasuke no siguió el plan establecido, fallando miserablemente su misión y casi muriendo en el proceso. Si no fuera porque uno de los tres legendarios médicos decidió ayudarlo, no hubiera podido sobrevivir a sus heridas fatales. Cuando se recuperó, su padre estaba tanto preocupado como enfurecido. Ahora podía entenderlo, pero en ese entonces, Sasuke estaba aterrado hasta el alma cuando su padre ejerció su aura sobre él, aplastando tanto su cuerpo como espíritu, demostrándole con superioridad que no podía desafiar sus órdenes de nuevo. Sasuke ahora lo entendía, pero en ese entonces, odio a su padre y ese odio, afectó su relación por varias décadas.

Pero la presión de ahora, aunque de igual índole que la de su padre, no era para nada el mismo sentimiento. No era un aura de dominación, no estaba ejerciendo su fuerza para exigir algo. No. Era una furia contenida con frialdad. En esos momentos, Sasuke no dejaba de pensar en Naruto y en lo que esté le había dicho antes de desvanecerse como una nube de humo naranja.

Sigue caminando, no dejaré que te hagan daño, Sasuke.

Confiaba en Naruto, sabía que si había decidido encarar a quienes lo estuvieran espiando, entonces sería capaz de deshacerse de ellos. Pero la sensación que se cernía sobre él lo estaba inquietado un poco.

La atmósfera de repente cambió a una agradable calidez proyectada por el sol. Un familiar aroma amaderado y (si es que se podía decir así) verde lo envolvió, llenando su alma de una calidez que le aseguraba que todo estaba bien, que ahora estaba a salvo. No le sorprendió que no notó como Naruto posó su brazo sobre su hombro, sonriendo ampliamente mientras decía— ¡Sasuke!

—Naruto —murmuró con una sonrisa al ver el familiar rostro con esa bonita sonrisa. Recorrió su cuerpo rápidamente, notando que vestía la misma ropa sin rastro alguno de lucha—, ¿cómo te fue?

Sasuke sintió como el brazo en sus hombros se endureció para luego suavizarse y subir para acariciar su azabache cabellera. Reprimió sus ganas de fruncir el ceño, extrañado.

—Lo siento por eso. Investigaré quién nos anda espiando y haré que se detenga.

Sasuke se congeló al mirar la expresión en el otro rostro; sonreía suave pero sin risa en sus labios con un tono apagado, sin ganas, sin vida. ¿Acaso este era el tono que iba a usar cuando tomará el puesto como rey? Un tono con intenciones amables pero agotado por todas las maldades que pueden surgir entre aquellos ansiosos de poder. Naruto le devolvía la mirada, entrecerrando sus ojos al ver su rigidez para luego esbozar una pequeña sonrisa.

—Tengo mis métodos, Sasuke. Vamos, dijimos que llegaríamos antes del anochecer.

El suave beso que fue plantado en su frente desvaneció los últimos fríos de su cuerpo. El rubio tomó la delantera con una pequeña risa jovial, sus nueves colas detrás de él mientras avanzaba sin causar ruido alguno. Sasuke miró su espalda por un rato, pensando en que, estaban tan cerca pero a la vez tan lejos.

Podía tocar a Naruto, sentir la calidez de sus manos fundirse en amor, sentir sus suaves labios sobre los suyos y la suavidad de sus felposas colas. Pero a la vez sentía que nunca iba a poder alcanzarlo, jamás podría llegar a controlar tan bien sus emociones, jamás podría ser tan buena pero tan cruel persona como Naruto, y por unos segundos, maldijo el hecho de que hubieran nacido siendo dioses.

Naruto lo había comentado antes, que estaban destinados a estar juntos, que por eso el destino los había juntado nuevamente en este mundo. Pero Sasuke deseó que no hubiera sido así, que hubieran sido unos simples humanos que se enamoraron por medio de mensajes estúpidos. Que hubieran envejecido juntos con una manada de perros. Que hubieran muerto felices, sin tener que pensar en nada más que en ellos mismos.

Al inicio, pensó que Naruto era un prodigio al poder deshacerse de una docena de personas con un solo movimiento. Pero últimamente se había dado cuenta cuánto había sacrificado por ese poder. Sasuke se preguntó a qué edad Naruto debió de empezar a entrenar para lograr la flexibilidad que tenía con su cuerpo a la hora de luchar, ¿a los diez, tal vez quince? Se preguntó cuánto habría dolido los sellos de su cuerpo y si aún dolían. Se preguntó cuántas cicatrices tenía y porqué las escondía con un disfraz. Se sentía tan familiar, pero tan desconocido a la vez. Amaba a este hombre, pero sentía una distancia extraña separarlos.

—¡Sasuke, cuidado!

Teme's TextWhere stories live. Discover now