Capítulo 5; Un requisito más - Vll

30.4K 3K 1.2K
                                    

Miro la luz bañando toda la habitación, no lo digo de forma romántica, quizá lancé una maldición al ver la claridad y darme cuenta que solo es el día uno fuera de mi departamento, mejor dicho teniendo que pasar la noche en casa de un desconocido.

Son casi las ocho am, aún no se levanta, y no lo culpo, la noche estuvo helada. En días así extraño la calidez de Loreto, el cantar de las aves y los deliciosos aromas combinados de los arbustos florales y frutales.

¿Cómo estarán mis padres, Li y los abuelos?

Tras despertar por completo y dada la hora tuve que forjar coraje para tocar a su puerta, pero tan solo recibí un apático saludo desde adentro. Sí ya sé, ¿quién va a desear que lo despierten?

—¿Está listo?

Pregunto desde el otro lado de la puerta a un en pijama.

—Solo estoy yo —responde don comedia—. ¿Se te ofrece algo?

—Corroboraba que estuviese vivo, ¿no irá a trabajar?

—Como hablas —susurra, pero lo alcanzo a escuchar, tal vez ese fue el propósito—. No, no pienso ir hoy.

Pego mi oreja contra la puerta intentando saber qué hace.

—¿Puedo pasar?

—¿No deberías ir de camino a la universidad? Dile al chofer que te lleve.

—Entraré tarde, así que me aseguro que usted esté bien.

Abro muy despacio adentrándome con sigilo y lo encuentro derribado en la cama aún cubierto hasta los pies jugando una especie de pelota de esponja entre sus dedos. No debería ser legal que alguien luzca así de perfecto al despertar.

—¿Va a perderse de un día tan bonito solo porque una nube inmensa y llorona cubrió la ciudad? Solo es una nube gorda deprimida.

Ríe despacio y fugaz al negar con esa hermosa sonrisa que hace que se le formen pliegues en las mejillas. En un par de movimientos se sienta en la orilla y presiento que localiza dónde estoy antes de hablar.

—Ni siquiera Demián es tan latoso como tú.

—Me halaga, pero arriba que el día lo espera.

Se levanta desorientado aún con las marcas de las almohadas en la cara, con la mano izquierda toma el bastón para dirigirse hasta estar cerca de mí en la ventana.

—Odio los días lluviosos, las malas noticias siempre ocurren cuando llueve —me explica deshaciéndose del abrigo azul que llevaba encima.

—¿Cómo qué noticias?

Sus labios forman una diminuta curva descendiente.

—Jugar un campeonato a media lluvia en el triunfo cinco seguido de toda la escuela, ser el mejor capitán que la universidad de San Sebastián había tenido. Que un bolazo te tire inconsciente y, al despertar en el hospital se agraven los problemas de visión que tuve desde los diecinueve años, además de los familiares y un año más tarde los amorosos.

¿Perdió la vista a mi edad?

—¿Así perdió la vista?

—Así perdí todo, Jolie.

Se me forma un nudo en el estómago cuando escucho resquebrajar su voz y como se gira para ignorarme al dirigirse a abrir su armario dejando al descubierto los ganchos perfectamente ordenados, veo como con sus dedos busca las etiquetas que tienen botones cosidos para que él entienda cuáles prendas combinan y cuáles no siguiendo la forma de estos.

—Le faltan días de lluvia bonitos —me interpongo en su camino—, donde salte sobre lagunas de agua y sienta las gotitas frías volverse cálidas por el calor de su cuerpo, ¿Acaso jamás jugó congelados una tarde lluviosa? ¿No ha tomado chocolate caliente en un día de tempestad?

A segunda vista [L #1] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora