Capítulo 3

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—Creo que me enamoré —le dije a Emilia mientras caminaba desde la cafetería hacia unos asientos libres.

—Dime algo que sea trascendente.

—¿Por qué lo dices?

—Porque tú siempre te enamoras y nunca has llegado a nada —me dijo riendo.

—No hacía falta que lo dijeras de esa manera tan brusca.

—¿Acaso me lo niegas?

El dicho hazte la fama y échate a dormir aplicaba muy bien en esa ocasión. Pero en mi defensa, nunca había sido a propósito. El amor y mi persona tenían una relación bastante especial.

Me enamoraba muy fácil, mi corazón parecía no tener frenos cuando se trataba de latir en nombre de alguien más. Pero, así como me enamoraba, me desenamoraba. O la persona no me correspondía, o tenía otros planes para su vida, o la relación duraba muy poco tiempo.

En el año que estuve en Émiton había tenido varias citas y solo con un joven había logrado un vínculo de dos meses. Vínculo que terminó con la reaparición de su ex.

—No. Pero esta vez es diferente.

—Pues te oigo.

—En primer lugar, no sé su nombre y las probabilidades de que nos volvamos a ver son mínimas. Así que será un amor de aeropuerto, nada más.

Le relaté toda la historia desde que había dado por olvidado mi cargador hasta que estuve desayunando en la misma mesa que él.

—¡Que atrevida!

—Necesitaba cargar mi celular. De lo contrario no podríamos estar hablando ahora. ¿Es un comportamiento cuestionable acaso?

—Está bien, está bien. Tienes razón.

—Lo más raro es que... Nunca había sentido una conexión así de intensa.

—No exageres, Amy.

—¡No exagero! Hemos hablado bastante, es una persona muy profunda, y cuando nos saludamos... Fue raro.

—¿Le diste un beso?

—No, idiota. Nos estrechamos las manos, muy formal —reí—. Pero sentí algo muy lindo cuando mi mano tocó la suya.

—¿Qué sentiste?

—No sé. No lo puedo explicar. Pero me encantaría volver a encontrarlo.

—Creo que las probabilidades son muy pocas.

—Si, lo sé. Al menos me quedo con el recuerdo.

Hablamos bastante tiempo hasta que debí abordar el siguiente vuelo hacia Arladia. Haber podido tener la compañía de la voz de Emilia me había ayudado mucho en la espera. Por suerte, habíamos comprobado que la amistad podía contra la distancia y saber que podíamos acompañarnos estemos donde estemos, nos había fortalecido mucho a ambas.

En el aeropuerto de Arladia me esperaba un asistente de la realeza. Apenas bajé, lo vi de traje y corbata con un cartel que decía mi nombre.

Recogí mis maletas y me acerqué a él.

—Soy Amanda Vigoni.

Luego de corroborar que era yo, se presentó como Miguel y me dijo que lo siguiera.

Caminamos hacia el exterior donde había un auto muy parecido al que había visto frente a mi casa hacía ya un mes atrás. Al lado de él, un hombre esperaba con el baúl abierto.

—Permítame su maleta —me dijo Miguel mientras el otro me abría la puerta.

Subí al auto y en cuestión de minutos, emprendimos viaje.

Vistiendo a la realezaWhere stories live. Discover now