Capítulo 5

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—He metido la pata —le dije a Emilia que estaba en videollamada conmigo.

Después del encuentro con el chico del vino, que ahora sabía que se llamaba Giovani, corrí hacia mi habitación.

—¿Qué has hecho? ¿Ya te han descalificado? —me preguntó frunciendo el ceño.

Suspiré. Si lo veía de esa forma, no era tan grave. Pero en ese momento sentía que en serio había metido la pata.

—No. Aún no empezó el evento. Sigo en camino. Pero he vuelto a ver al chico del aeropuerto.

—¿Dónde? ¿No era que viajaba hacia otro lado?

—Acá. En el palacio mismo.

—¿Y qué tiene eso de malo?

—¡Que es el prometido de la princesa!

Los ojos de Emilia se abrieron como platos mientras llevaba su mano a la boca.

—No me digas —dijo casi susurrando.

—Si te digo.

—Bueno... Al menos no ha pasado nada. ¿Verdad?

Suspiré.

—¡¿Verdad?!

Solté una risita ante su preocupación.

—No ha pasado nada. Tranquila.

—Me asustaste, idiota.

—Pero será difícil.

—¿Qué cosa? Si ya sabes que es imposible, no pasará nada. ¿Verdad?

—Supongo que no.

—¿Cómo que supongo?

—Es que no sé. Lo voy a evitar. Creo que eso será fácil.

Le conté lo que había pasado cuando lo vi en el patio del castillo y la breve charla que habíamos tenido. También le conté que la conexión que había sentido el primer día volví a sentirla en ese momento. Y eso era lo que me preocupaba.

—Bueno, pero tienes que tener en claro que es imposible que pase algo y que tu poder de enamoramiento despertará nuevamente en el futuro. Así que no hagas nada. ¿Me has entendido Amanda?

Reí ante su preocupación. Aunque en el fondo, yo también estaba bastante preocupada. Si podría evitarlo, no pasaría nada. Y supondría que eso no sería tarea difícil, ya que los lugares en los que teníamos permitido movernos dentro del castillo eran limitados. Dudaba que el prometido de la princesa tuviera interés en moverse por allí.

Lo único que me inquietaba era mi rutinario paseo por el patio, que se había vuelto necesario.

No pensaba dejarlo. Si me movía por mi sector no habría inconvenientes. O eso creía.

—Pasa que... —suspiré—. Es difícil. Ya me hice a la idea de que me gusta y quiero conocerlo... Es difícil ir en contra de lo que deseo. Pero bueno, intentaré evitarlo.

—Me parece sensato. ¿Pero si no puedes evitarlo? ¿Me prometes que no harás nada?

Me encogí de hombros.

—Mientras no me vea obligada a hablar con él supongo que será fácil. Pero como te digo. La atracción es muy obvia.

—Desde tu punto de vista.

—Creo que de parte de él también.

—¡Estás imaginando cosas Amanda! Si se va a casar con la princesa es porque ama a la princesa, ¿ok?

Reí.

—Lo sé. No haré nada, ¿sí? Además, no quiero generar problemas. Eso lo sabes. Detesto los problemas.

Vistiendo a la realezaWhere stories live. Discover now