Capítulo 9

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La creación me alejó de absolutamente todo lo que pasaba por mi mente y por mi corazón. Desde siempre había sido una anestesia para mi vida, un lugar seguro, un refugio... Y en ese momento, volví a recuperar la sensación que había perdido cuando mi madre falleció.

De pronto, sentía que había vuelto a casa después de mucho tiempo.

Con las telas ya seleccionadas, comencé a hacer pruebas en el maniquí, a dibujar los patrones y empezando a darle vida a lo que había sido un simple dibujo. Me quedé así, en mi mundo, hasta la hora de la cena.

—Creo que he podido hacer un diseño —me dijo Nai cuando se sentó a mi lado.

—¿Ya has empezado? —le preguntó Milo con el ceño fruncido.

—Si, estoy en eso. Me cuesta un poco tomar decisiones.

—Lo estoy notando —rio él—. Yo ya estoy terminando los cortes. Mañana empiezo a bordar. ¿Y tu Amy?

—Avance mucho por suerte. Aunque me faltan unos cortes de tela aún.

—Y si, si te pasas tiempo en el patio es entendible que te atrases.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Qué estaba insinuando? ¿Acaso había visto algo?

—Pero es necesario desconectar —interrumpió Nai—. Yo por suerte encontré mi escape en la música así que vivo con los auriculares puestos.

—Si, tienen razón. Hay que dedicarse a uno mismo también. Aunque yo prefiero las redes sociales o la televisión.

—Yo extraño mi bicicleta —les dije mas tranquila.

Tenía que dejar de estar tan a la defensiva porque terminaría complicándolo todo.

Cuando terminamos de cenar, una de las chicas propuso ir al salón principal del piso a escuchar un poco de música así nos relajábamos. La única que no se sumó al plan fue Rebeca.

—No me parece un buen plan para estas instancias de la competencia. Yo iré a descansar para estar lúcida en mis creaciones de mañana.

Se hizo un silencio en el comedor hasta que la puerta se cerró tras de ella. Entonces, un murmullo generalizado creció en el ambiente.

Por suerte, su comentario no cambió la idea de nadie y pudimos compartir un buen momento entre todos.

Luego de una hora, cuando algunos ya se habían retirado a su habitación, aproveché para irme yo también. El sueño comenzaba a cobrar protagonismo y en cierto sentido, Rebecca tenía un poco de razón. Había que descansar también.

Le mandé un mensaje a Emilia prometiéndole que al día siguiente la llamaría, programé la alarma y apagué las luces.

Un ruido leve pero constante logró sacarme de mi sueño. Un poco más despabilada, intenté entender de qué se trataba: eran golpes en la puerta.

Un tanto preocupada, prendí ambos veladores y fui a abrir.

Del otro lado me encontré con la persona menos esperada.

—¿Qué haces aquí?

Sin responderme y con un accionar un tanto torpe, se metió en mi habitación y cerró la puerta tras de sí.

—¿Qué haces aquí? —repetí dando un paso atrás.

—Sinceramente, no sé.

Caminó hacia la cama y se sentó en el borde, apoyó sus codos sobre sus piernas y llevó su cabeza hacia sus manos.

—No creo que sea buena idea que estés aquí, Giovani. De verdad.

—No me ha visto nadie. He venido por el pasillo de las mucamas.

Vistiendo a la realezaWhere stories live. Discover now