Capítulo 14

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Me alejé de Amanda a paso apresurado, en un intento de huir de eso que parecía surgir en mi interior cuando estaba cerca de ella. Eso que aun no lograba ponerle nombre. O mas bien, que me negaba a nombrar por lo que pudiera generar el hecho de tomar consciencia de que algo así estaba naciendo en mi.

Ponerle nombre solo generaría nuevos problemas. Mas problemas que no tenían solución en esa vida a la que estaba condenado.

Avancé sin saber muy bien a donde quería ir. Mis pasos me llevaban sin que yo ejerciera algún control sobre ellos. Finalmente, me encontré en el parque mas pequeño del palacio, ese que nadie solía ocupar, ese que era el espacio seguro de Fátima... Y un poco también el mio. Ese espacio que había sido testigo de mi sentimiento de libertad al estar con ella.

Me senté en el banco en el que me había dado la noticia que había significado un quiebre en el presente y me pregunté si en algún momento había habido alguna forma de zafar de ello. ¿Qué habría pasado si hubiese ignorado las palabras de mi padre? ¿Todo se habría arruinado tanto como él decía?

No había forma de saberlo, pero si sabía que vivir con la culpa de un desmoronamiento no hubiera sido sencillo. Aunque en aquellos momentos no sabía si eso hubiera sido mejor o peor que vivir con el peso de la esclavitud, del no poder decidir mi camino, de estar condenado a una vida que jamás había elegido.

Sin lograr calmarme, decidí ir a la habitación y dormir un poco. La noche anterior no había podido pegar un ojo y el cansancio también había empezado a molestar.

Para mi suerte, desde que había empezado a formar parte de la familia real, me habían asignado una habitación únicamente para mi. En aquel momento lo agradecí. No había otra cosa que quisiera en ese instante que no fuera silencio y soledad.

Me acosté y me dormí queriendo apagar el mundo por un rato. Queriendo que mi vida dejara de ser como era en aquel momento.

No supe cuanto tiempo dormí. Los golpes en la puerta me sacaron de aquel lugar pacifico.

Un poco somnoliento y sin saber muy bien qué sucedía, me puse de pie y fui a abrir. Del otro lado, me encontré con Fátima bastante alterada. Entró en la habitación sin darme lugar a acotar algo.

—¿Qué te sucede? No puedes desaparecer así de un momento a otro. Te he estado buscando por mucho tiempo.

—Lo siento. Necesitaba descansar.

—Debes avisarme antes. Si tenemos una reunión importante no podemos faltar. Lo sabes.

El mismo discurso de siempre.

—Lo se. Lo siento, Fátima. Pero estaba mal, necesitaba dormir un rato —continué diciéndole con la voz tranquila mientras me dirigía hacia la cama para poder sentarme.

Cada vez que las responsabilidades diarias salían a la luz, sentía que todas mis fuerzas se iban con ellas.

—¿Qué te sucede? —me preguntó acercándose un poco.

Suspiré sin saber qué sentido tenía volver a repetir, una vez mas, lo que ya sabía.

—Nada. No importa.

—Si me importa, Gio. Siempre me importa —me dijo sentándose a mi lado.

—Pero no tiene solución. Aunque no sé cuanto tiempo mas podré fingir que puedo con esto.

—¿Y qué piensas hacer?

—Nada —mascullé tensionando la mandíbula—. De todas formas, me gustaría poder ir mas seguido a los viñedos. Al menos eso me ayuda a sobrellevar esto.

Vistiendo a la realezaWhere stories live. Discover now